DESDE EL VIGÍA

No polarizar

Por Editorial El Vigía
martes, 23 de febrero de 2021 · 01:34

Si alguien sabe de escandalosos fraudes electorales es el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien en 1988 contendió a la presidencia de la república en contra del priista Carlos Salinas de Gortari; y aunque el Frente Cardenista de Liberación Nacional ganó en las urnas, el entonces primer mandatario, Miguel de Lamadrid Hurtado, ordenó a su secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz -hoy director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE)-, que provocara la caída del sistema electrónico que sumaba el resultado de las actas de votación de cada casilla, dado que en esa época no existía el Instituto Nacional Electoral (INE), y mucho menos se contaba con tribunales independientes para desahogar las impugnaciones, tampoco se permitía la presencia de observadores electorales acreditados, no había urnas transparentas, las boletas no estaban foliadas, los ciudadanos no contaban con credencial para votar con fotografía, ni operaba un programa de resultados electorales preliminares confiable, porque los comicios los organizaba el gobierno.

Sin embargo, gracias a la presión social y los reclamos de varias potencias mundiales, a partir de 1991 comenzaron a cambiar las cosas, debido a que se creó el Instituto Federal Electoral (IFE, ahora INE), y en esa transición hacia una democracia representativa confiable, Baja California fue pionera al elaborar en 1992 la primera credencial estatal para sufragar, además de imprimir listados nominales con imagen para comprobar que las personas que acudían a las mesas de votación en verdad estuvieran inscritas en el padrón, y también se ciudadanizaron los órganos electorales, para que de una vez por todas el gobierno sacara las manos de las elecciones, acciones que se replicaron a nivel federal a partir de 1995, por lo que apenas llevamos un cuarto de siglo con instituciones en la materia con relativa independencia y autonomía.

Y si bien se logró erradicar el fraude el día de la jornada electoral al democratizar las instancias responsables de organizar y sancionar las votaciones, las prácticas de simulación no terminaron, porque los partidos políticos insisten en ignorar el sentir de sus militancias, imponen candidatos a través de supuestas encuestas, establecen alianzas con otras fuerzas para conservar sus privilegios, y ya en el poder, recurren al tráfico de influencias y el nepotismo para satisfacer sus intereses.

Tal vez por todo lo anterior, Cuauhtémoc Cárdenas dijo el pasado fin de semana que corresponde a los poderosos en el país tomar la iniciativa para evitar que las campañas electorales se tornen en irritación social y hasta en violencia.

Subrayó que las campañas electorales se realizarán en medio de una pandemia a la que no se le ve el fin y que, entre otras cosas, ha generado escasas perspectivas de crecimiento, así como la previsión de que aumentará el desempleo y la pobreza.

Esa mezcla de mayor pobreza a veces extrema, con los problemas de salud por el uso de hospitales para combatir el Covid-19, y la falta de dinero por el cierre de fuentes de trabajo, junto con la ausencia de democracia, es una bomba de tiempo muy peligrosa.

Ojalá y los poderosos a los que se refiere Cuauhtémoc Cárdenas así lo estén viendo.
 

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