ANDANZAS ANTROPOLÓGICAS

La crianza entre los californios

Por Arqlga. Enah Fonseca Ibarra*
jueves, 25 de febrero de 2021 · 00:00

Hace unos meses me encontraba buscando información sobre el patrón de asentamiento de los antiguos cazadores-recolectores-pescadores que habitaron la península de Baja California. Estaba leyendo los textos de los misioneros cuando “casualmente” me distraje indagando sobre el embarazo y la crianza de los infantes.

Algunas de las descripciones que encontré mostraban a unos indios “crueles” que no se ocupaban de sus hijos. Los frailes horrorizados manifestaban la práctica del infanticidio en las épocas de escasez de alimento o el abandono de los niños cuando apenas comenzaban a dar sus primeros pasos.

Mientras más leía, más incómoda me sentía. Estaba ávida de encontrar información que contradijera ese aparente abandono de los hijos/hijas por parte de los antiguos pobladores. Pensaba que tal vez los misioneros no habían entendido las formas de crianza, que, permeados por su tiempo y espacio, juzgaban a los indígenas porque no compartían sus normas y costumbres.

¿Cómo podían saber ellos qué tipo de emociones tenían las mujeres y los hombres por sus recién nacidos? Entonces descubrí que corría el riesgo de irme al otro extremo y caer en el error de idealizar a estos grupos. No olvidemos que su modo de vida estaba ligado a una alta movilidad, gran esfuerzo físico y riesgo constante.

La tasa de mortalidad parece haber sido alta y el cuidado de un bebé, en estas condiciones, pudo ser complicado. Aun así, los grupos debieron desarrollar estrategias para cuidar de los más vulnerables. Existen descripciones e imágenes donde se ve que las mujeres cargaban a los recién nacidos en una cuna de red que sostenían con la frente y en otras ocasiones los llevaban en la espalda o sobre su cadera.

Posiblemente los niños y los ancianos pudieron permanecer en los campamentos base mientras los demás salían en busca de alimento a la periferia o a través de largos trayectos durante los periodos de cosecha por medio de corredores que conectaban la costa, los valles y las sierras.

Por medio de estudios demográficos, análisis osteológicos y de entesopatías; así como de patrones de movilidad, podremos ahondar en la división del trabajo y formas de organización de los grupos. Imposible reconstruir datos sobre las emociones, conocer sobre los apegos filiales pero tal vez alcancemos a interpretar de manera más objetiva los testimonios que se han conservado hasta nuestros días.

De ahí la importancia de la historiografía, vía para entender que los testimonios no son “fieles retratos” del pasado sino observaciones que deben “leerse” entendiendo que sus autores tenían objetivos específicos al escribir que no son necesariamente ecuánimes, que estaban escribiendo desde su visión de lo conocido y apropiado y desde ahí, compararon y describieron al otro, al diferente.

El “deber ser” en la crianza ha cambiado a lo largo del tiempo. Desafortunadamente, hay lecturas, como aquéllas de los cronistas del siglo XVIII, que juzgan a las mujeres por el tiempo que dedican al cuidado de los hijos, designan a los hombres como proveedores, pero no conciben otras formas de organizarse, no hay cabida para desempeñar otro tipo de roles y mucho menos de entender que puede haber una gran diversidad de tipos de familias.

Hoy en día, mujeres y hombres, buscan formas diferentes de ejercer la maternidad/paternidad y liberarse de “yugos” que en ocasiones pueden ser aplastantes. Me gusta creer que son conceptos en construcción, que no están ligados al dolor, el sacrificio y el sufrimiento sino al placer, la creatividad y la resiliencia.

*Investigadora del CinahBC
 

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