DÍA DEL SEÑOR

II Domingo de Cuaresma. Ciclo B

Por “En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia”
sábado, 27 de febrero de 2021 · 00:00
(Marcos 9, 2-10)

Carlos Poma Henostroza
Este Segundo Domingo de Cuaresma nos hablan de cómo los Apóstoles, Pedro, Santiago y Juan fueron fortalecidos en su fe cuando Jesús se transfiguró delante de ellos. Es lo que el Evangelio nos relata: Jesucristo se los lleva al Monte Tabor y allí les muestra el fulgor de su divinidad.

Con sus enseñanzas y con su ejemplo, Jesucristo quiso decirle a los Apóstoles que han tenido la gracia de verlo en el esplendor de su Divinidad, que ni El -ni ellos- podrán llegar a la gloria de la Transfiguración -a la gloria de la Resurrección- sin pasar por la entrega absoluta de su vida, sin pasar por el sufrimiento y el dolor.

Cuando Pedro pide quedarse disfrutando en el Tabor, gozando de esa pequeña manifestación de la divinidad, Dios mismo le responde, diciéndole que escuche y siga a su Hijo. No pasó mucho tiempo para que San Pedro y los demás supieran que seguir a Jesús significa subir también al Calvario. No hay resurrección sin muerte de uno mismo y tampoco sin la cruz de la entrega absoluta a la Voluntad de Dios.

En el Tabor se puede contemplar a Jesús como un nuevo Moisés, que se encuentra con Dios en un nuevo Sinaí, también en medio de una nube y rodeado de luz. Los personajes del Antiguo Testamento, Moisés y Elías, están allí para respaldar precisamente la acción de Jesús. Y la voz misteriosa, entre las nubes, reafirma que, desde ahora, a quien hay que escuchar y seguir es a Jesús. Los elementos del relato nos muestran los símbolos especiales de las teofanías (manifestaciones) propias del AT. Pedro quiere quedarse allí, haciendo tres tiendas, para Moisés, Elías y Jesús.

La decisión de Jesús de bajar del monte de la transfiguración y seguir caminando hacia Jerusalén, lugar de la Pasión, es la decisión irrevocable de transformar el mundo, la religión y la vida. Es verdad que eso le llevará a la muerte.

Esa decisión tan audaz, como decisión de una misión que ahora se confirma en su experiencia con lo divino, con la voz del Padre, no le llevará directamente al triunfo, sino a la muerte. Pero el triunfo de la resurrección lo ha podido contemplar, a su manera, en ese contacto tan intenso con el misterio de Dios.

Dios le ha revelado su futuro, la meta, la victoria de la vida sobre la muerte. Y ahí está su confianza para seguir su camino y hacer que le acompañen sus discípulos. Estos seguirán sin entenderlo, sin aceptarlo, preparándose o discutiendo sobre un premio que no llegará de la forma que lo esperaban.

Del cielo se ha oído un mandato: “escúchenlo”, pero no lo escuchan porque su mentalidad es otra. Jesús los ha asomado un poco a la “gloria” de una vida nueva y distinta, pero no lo han entendido todavía; la vida verdadera no se goza “plantándose” en este mundo, en esta historia, en nuestros proyectos. Está en las manos de Dios.

El Tabor no elimina el Gólgota, pero lo ilumina. Jesús sale reconfortado, a la vez que decidido a subir a Jerusalén. Una vez más constata que Dios-Padre está a su lado y camina junto a Él. Nada ni nadie lo podrá separar de este Amor.

Jesús es nuestro precursor, o va haciendo camino delante de nosotros. Ya sabemos lo que nos toca. Pero sabiendo que todo lo que nos acontece tiene sentido, y que incluso el dolor, la pandemia y la muerte pueden tener “sentido” vividos en la actitud que los vive Jesús.

Que la Manifestación de Dios nos ilumina en esta cuaresma, los bendiga hoy proteja y acompañe siempre.

cpomah@yahoo.com

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