ANDANZAS ANTROPOLÓGICAS

Væ Victis! (¡ay de las víctimas!)

Por John Joseph Temple Sánchez Gavito*
jueves, 4 de febrero de 2021 · 00:43

Este dicho se refiere a la indefensión de los derrotados, los cuales quedan a merced de la clemencia de los vencedores. El ejemplo se toma de Tito Livio, que relata la situación que tuvieron los romanos después de ser vencidos por el jefe galo Breno, alrededor de 390 antes de nuestra era.

Para retirarse, éste reclamó mil libras romanas en oro. Durante el proceso de pago, los romanos perciben que la balanza está arreglada para que el oro pese menos, por lo que van ante el jefe galo, quien en respuesta añade el peso de su espada al fraude, sin dejar otra opción a los romanos que resignarse al timo.

Algo similar ocurre al terminar la Primera Guerra Mundial. Al ser vencidas las potencias centrales, principalmente Austria-Hungría, el Imperio Turco Otomano y Alemania, se les obliga a firmar el humillante Tratado de Versalles, en el cual se estipula inicialmente la responsabilidad de la guerra a estas potencias, que deberían desarmarse, debiendo además pagar sumas exorbitantes y hacer concesiones territoriales a los países vencedores.

Muchas veces, el pago de las reparaciones fue vuelto a calcular, tornando angustioso el pago a las naciones aliadas, como en el ejemplo de Breno.

Las secuelas de esta ignominia dieron pie al sentimiento de revancha que encarnó el surgimiento de la Segunda Guerra Mundial (SGM), principalmente a través del fascismo tanto con Benito Mussolini en Italia como de Adolfo Hitler en Alemania.

Es conocido el resultado de este conflicto: Alemania termina dividida entre las cuatro principales potencias vencedoras (Unión de República Soviéticas Socialistas (URSS), Estados Unidos de América, Reino Unido de Gran Bretaña y la República Francesa).

Varios países de Europa Oriental y las islas Kuriles son ocupados por la URSS, siendo diversos países, otrora parte del Eje, ocupados por las potencias occidentales.

Empero, el triunfo del bloque soviético, por un lado, y del occidental, por el otro, hizo surgir una fuerte división entre países capitalistas y socialistas, en lo que Winston Churchill denominó, en 1946, “La Cortina de Hierro”.

Las reparaciones de guerra fueron diversas: Alemania pagó, además de hacerlo con dinero, transfiriendo talleres y fábricas a Francia y Gran Bretaña, y tecnología a los Estados Unidos.

En cuanto a Japón, se verificó tras su rendición que sólo estaría formado por las cuatro islas principales: Honshū, Hokkaidō, Kyushū, Shikoku y algunas islas menores. Corea y Taiwán serían extirpados de su imperio, así como sus conquistas recientes.

Ya no tendría fuerzas militares.
Al final de la SGM, sin embargo, no se pudo cometer los abusos hechos tanto por parte de Breno como en el Tratado de Versalles con los países vencidos: la ingente influencia soviética requería un antídoto contra el comunismo en expansión.

Por eso se desarrolló el Plan Marshall de ayuda para los países vencidos. En el caso de Japón, se liberalizó el acceso a la tierra, la industria y se promovió el sistema democrático, acabando con siglos de prácticas feudales.

Se permitió el desarrollo de industrias que permitieran la satisfacción local y el pago de reparaciones, concediéndosele el derecho a comerciar con otros países.

Y una cláusula menor interesante: los productos de exportación deberían llevar la leyenda “Made in occupied Japan” (También se obligó a Alemania a hacerlo).

Esta práctica duró hasta 1952, en que se le devolvió la soberanía a Japón, y ya sólo dice “Made in Japan”.

Actualmente es posible encontrar en Baja California, en rellenos de menos de 75 años de antigüedad, varios objetos, especialmente cerámicos, en cuya base se ostenta la leyenda “Made in occupied Japan”.

*Inv.CinahBC
 

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