DÍA DEL SEÑOR

V Domingo Ordinario Ciclo B

Por “Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar”
sábado, 6 de febrero de 2021 · 00:00

(Mc 1, 29-39)

Carlos Poma Henostroza
El Evangelio de este día, nos muestra a Jesús muchas veces aliviando el sufrimiento humano, sobre todo curando enfermedades y expulsando demonios. Y sabemos que a veces Dios sana y a veces no, y que Dios puede sanar directamente en forma milagrosa o indirectamente a través de la medicina, de los médicos y de los medicamentos. Todas las sanaciones tienen su fuente en Dios. La oración, sana.

También puede Dios no sanar, o sanar más temprano o más tarde. Y cuando no sana o no alivia el sufrimiento, o cuando se tarda para sanar y aliviar, tenemos a nuestra disposición todas las gracias que necesitamos para llevar el sufrimiento con esperanza, para que así produzca frutos de vida eterna y de redención.

Al pedir ser sanados o aliviados de algún sufrimiento, debemos siempre orar como lo hizo Jesús antes de su Pasión: “Padre, si quieres aparta de mí esta prueba. Sin embargo, no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc. 22, 42). Y, mientras dure el sufrimiento o la enfermedad, hacer como nos pide el Papa Juan Pablo II: unir nuestro sufrimiento al sufrimiento de Cristo, para que pueda servir de redención para nosotros mismos y para otros.

Es la actitud más provechosa y, de paso, la más inteligente, pues ¿quién puede oponerse a la Voluntad de Dios? ¿Quién puede cambiar los planes divinos?

¿Cómo es que la gente buena sufre? Creo que cada uno de nosotros conoce a alguien que deja de asistir a la misa después de ver sufrir a su mamá o a un ser querido. También conocemos a gente que queda desilusionada porque dice que Dios no había escuchado sus oraciones por alguien que tuvo problema grande.

Las lecturas nos dicen que hay sufrimiento, pena y dolor en la vida, pero no son castigos por lo que hemos hecho. El sufrimiento es un misterio, un misterio que queda más allá de nuestro entendimiento.

Pero eso no es decir que debemos buscar el dolor, ni verlo como algo bueno, más bien, debemos tratar de aliviar el dolor y el sufrimiento, según el ejemplo de Jesús. Jesús sirve como ejemplo para nuestra vida.

Todos tenemos o hemos tenido algún familiar enfermo y talvez nosotros también lo estemos. El enfermo hace todo lo posible por recobrar la salud o, al menos, mantener a raya la enfermedad, pues todos amamos la vida. Algunos sienten que son un estorbo para los demás, no deben sentirse así, al contrario valorarse queridos.

Jesús ha venido a salvarnos: cura a los enfermos, expulsa a los demonios, que sólo procuran nuestro mal. La gente no para de traerle a todos los que padecen alguna enfermedad. Pero él no ha venido a remediar los males que se terminan con la muerte, sino a eliminar toda causa de muerte. Por eso tiene que visitar otras aldeas para anunciar el Reino de Dios, pues para eso ha venido.

Que Jesús médico, que sana cualquier enfermedad, del cuerpo o del alma, los bendiga, acompañe y proteja siempre.

cpomah@yahoo.com
 

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