DESDE EL VIGÍA

Estancamiento y desencanto

Por Editorial El Vigía
sábado, 6 de febrero de 2021 · 00:00

Hace 30 años -en 1991-, el puerto de Ensenada dejó de ser la capital mundial del atún debido al embargo impuesto por Estados Unidos; y para colmo, los macrofraudes cometidos por las supuestas empresas inmobiliarias Brisamar y Ginsa esfumaron los ahorros de más de cinco mil familias.

Desde entonces la calidad de vida y la economía de la ciudad comenzó a decaer, crisis que en diciembre de 1994 se agudizó con la devaluación del peso frente al dólar y el paulatino descenso de la afluencia turística.

Paralelamente, durante las últimas tres décadas los políticos en el poder han prometido un aeropuerto civil, el libramiento carretero, urbanizar el “tramo de la muerte” de Chapultepec a Maneadero, un moderno centro de convenciones de usos múltiples, desarrollar un corredor industrial, construir un hospital de especialidades.

La vía alterna a la autopista Escénica, garantizar el abasto de agua, convertir la zona de El Ciprés en el bosque de la ciudad con frente de mar, prolongar el Bulevar Costero y remodelar el centro histórico, incluyendo dignificar la zona de “El Bajío”.

Sin embargo, todo esto ha quedado en compromisos incumplidos, mientras el equipamiento urbano resulta obsoleto; pero lo más grave es que se permitió el asentamiento de crimen organizado, que lleva cinco años operando a sus anchas, con absoluta impunidad.

Un elefante que nadie vio ni quiso mirar en la sala de nuestras casas. ¿Qué hacer ahora cuando en tanto tiempo no hicimos nada?

De entrada, ser más participativos como ciudadanos y no dejar nuestro futuro en manos de arribistas e improvisados, así como de personajes con oscuro pasado.

Así que bien harían los próximos candidatos a puestos de elección popular, en evitar prometer lo que no podrán cumplir, pero tampoco utilizar la pandemia y sus afectaciones para desprestigiar a sus adversarios y ganar simpatías, porque la actual contingencia sanitaria terminará, y el resto de los problemas, rezagos y conflictos siguen ahí.

Además, no deben perder el tiempo en elaborar diagnósticos de la situación, porque las carencias de infraestructura productiva y deficiente prestación de los servicios públicos es más que evidente.

Lo que se requiere es que nos digan cómo van a resolver las emergencias y la manera en que gestionarán las obras que permitan salir de este prolongado estancamiento económico y reconstruir el tejido social, para no caer en los callejones sin salida en que se encuentran los habitantes de ciudades de Sinaloa, Tamaulipas, Guerrero y Michoacán, víctimas permanentes del narcotráfico y gobiernos corruptos.

Si no se rompe la tendencia negativa, después ya no será posible un futuro viable por más reformas electorales incluyentes que se promuevan.
 

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