DÍA DEL SEÑOR

II Domingo de Resurrección. Ciclo B (Jn 20, 19-31)

Fiesta de la Divina Misericordia “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré” ​​​​​ Por Carlos Poma Henostroza
sábado, 10 de abril de 2021 · 02:34


El Evangelio de este Segundo Domingo de Pascua, Fiesta de la Divina Misericordia, nos relata una de las apariciones de Jesús a los Apóstoles, después de su Resurrección. Sucedió que se encontraba ausente Tomás, uno de los doce. Tomás no creyó. Le faltaba fe, Y que tuvo la audacia de exigir, para poder creer, meter su dedo en los agujeros que dejaron los clavos en las manos del Señor y la mano en la llaga de su costado.

Aunque pareciera demasiada exigencia de Tomás, y, nosotros, ¿no nos parecemos también a Tomás? ¿No damos una importancia exagerada a la razón por encima de la Palabra de Dios y las verdades de la Fe? ¿No llegamos incluso a negar la autenticidad de la Palabra de Dios y de esas verdades?

El Señor puede reprendernos igual que a Tomás “Ven, Tomás, acerca tu dedo, mete tu mano en mi costado, y no sigas dudando, sino cree”. ¡Cómo quedaría Tomás de atónito! Fue cuando brotó de su corazón aquel: “Señor mío y Dios mío” con que hoy en día alabamos al Señor en el momento de la Consagración. Sin embargo, Jesús prosigue, reclamándole a Tomás y advirtiéndonos a nosotros: “Tú crees porque me has visto. Dichosos los que creen sin haber visto”.

Creer en Dios es también confiar en Él. No basta decir: “yo sé que Dios existe”, sino también “yo confío en Dios, yo confío en Él y estoy en sus Manos”. En esto consiste la verdadera Fe. Y confiar en Dios significa dejarnos guiar por Él, por Sus designios, por Su Voluntad.

Por eso decimos: “Hágase Tu Voluntad así en la tierra como en el Cielo” cada vez que rezamos el Padre Nuestro, la oración que el mismo Jesucristo nos enseñó. No se trata, pues, de que sea mi voluntad la que se cumpla, ni mi deseo, ni mi proyecto, ni mi plan. Se trata de buscar la Voluntad de Dios, para irla cumpliendo y para ir siguiendo los planes de Dios para mi existencia. En esto consiste la verdadera Fe y la confianza en Dios.

Las apariciones de Jesús Resucitado a sus Apóstoles antes de su Ascensión al Cielo, fueron varias. Pero ésta de hoy parece muy importante. No sólo el episodio de Santo Tomás la hace destacar, sino también que en esa misma ocasión el Señor instituyó el Sacramento del Perdón o de la Penitencia o Confesión. “Reciban el Espíritu Santo. A lo que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Con este ofrecimiento del Señor para el día de hoy, quien arrepentido se confiese y también comulgue, acogiéndose a este llamado de la Divina Misericordia, queda como si se acabara de bautizar: totalmente purificado de toda culpa, como si no hubiera cometido nunca ningún pecado.

Es el abismo insondable de la Misericordia Infinita de Dios, que no desea la muerte de nosotros, pecadores, sino que nos convirtamos y vivamos para la Vida Eterna, la que nos espera después de esta vida terrenal que ahora vivimos.

Como si fuera poco, aparte de quedar totalmente preparados para el Cielo, purificados de toda culpa, si aprovechamos las gracias que la Misericordia Divina nos tiene para este día, tenemos la promesa del Señor de que recibiremos lo que pidamos en este día de la Fiesta de la Divina Misericordia, siempre que lo que solicitemos esté acorde con la Voluntad de Dios.

Para recibir las gracias otorgadas este Día de la Divina Misericordia, es necesario recibir la Eucaristía y haberse confesado, condición para recibir el perdón total de las culpas y de las penas, que son consecuencia de nuestros pecados.

Que la Divina Misericordia de Cristo, los bendiga hoy proteja y acompañe siempre.

cpomah@yahoo.com

 

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