A MEDIA SEMANA

Competir contra un robot

Por Eugenio Reyes Guzmán*
jueves, 8 de abril de 2021 · 00:57

Recientemente escuché un discurso del primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ante Naciones Unidas donde afirmaba que podemos tener secretos con los amigos, decir verdades a medias en el trabajo, prometer sin cumplir como los políticos y hasta mentir ante un sacerdote, pero no podemos engañar a Google.

Claro, el incontrolable y a veces opresor buscador, parece un éter que llena todos los espacios y comunica todo tipo de manifestaciones de emoción, pensamientos, hábitos y hasta voluntades. Sin duda genera un dilema entre seguridad y progreso y libertades individuales.

Volviendo al punto, el mismo timonel británico, alabó los beneficios del internet de las cosas, la digitalización, la automatización, la inteligencia artificial, las computadoras “inteligentes”, los robots, la tecnología 5G y la acuñada Industria 4.0.

De igual forma advirtió sobre los inevitables riesgos laborales que representa la ola tecnológica y el ingente costo de oportunidad al no estar montados en ella. Según el Foro Económico Mundial, 85 millones de empleos se perderán en el mundo por estos adelantos tecnológicos, mientras que otros 97 millones se pudieran generar en trabajos hasta hoy por descubrirse. Debido a ello, más de 120 millones de personas tendrán que ser reconvertidas, reentrenadas o reprogramadas para realizar nuevos trabajos.

Afinando la puntería y tomando como ejemplo la industria automotriz, cerca del 30% de las operaciones las hacen las máquinas, pero su participación crecerá a un 50%. No hay vuelta atrás, habrá una doble disrupción, la tecnológica y la laboral y el tiempo premiará a los ganadores.

Naturalmente, desde a óptica laboral, el destino de la industria 4.0 estará binariamente dividido entre optimistas y detractores, entre quienes abrazan a la revolución tecnológica y quienes libran una fútil batalla con epitafio conocido.

Sin duda muchos trabajos manuales o repetitivos que no requieren creatividad, se volverán redundantes y cederán su lugar a los robots. Analizándolo por categorías, para quienes manejan inventarios se estima que el 98% perderá su fuente de trabajo. Lo mismo aplica para bibliotecarios, 97%, carteros y montacarguistas, 89%, entre muchos más. Las señales en el cielo son claras, hasta un 59% de todos los trabajos tradicionales están en riesgo.

Con la ayuda de la inteligencia artificial los robots pueden emular y mejorar la fuerza humana, pueden contar son sensores de sonidos, olfato y vista infinitamente superiores a los de las personas y parcialmente son capaces de potenciar el sentido del tacto.

Lo que es muy difícil imitar o mejorar para un robot es lo que debiese ser el más común de los sentidos de los seres humanos, el sentido común. Por lo tanto, será un enorme reto para un robot adivinar al impredecible, incontrolable e ilógico comportamiento de un ser humano.

¿Qué pasaría si un niño se atravesara repentinamente en una autopista, sin un joven imberbe decidiera quitarse la vida o un estulto optara por un avieso acto de lesa humanidad? Naturalmente ninguno de ellos sería un comportamiento esperado y alimentar esa información en una computadora causaría obvios conflictos.

Continuando con los pros, un robot puede adentrarse a un edificio en llamas y salvar vidas, puede caminar sin oxígeno en otro planeta, puede alcanzar profundidades en los océanos hasta hoy fuera de límites de los seres humanos y trabaja 24/7.

Un formidable ejemplo de adelantos tecnológicos son las Pizzas Zume donde un algoritmo predice con precisión la demanda considerando las condiciones climatológicas, el capsicum predilecto de los latinos, los partidos de futbol, ubicación geográfica, el día de la semana, el historial de compras y los estrenos en Netflix.

Con la demanda esperada, la empresa adquiere solo los ingredientes necesarios evitando desperdicios y los surte a minivans estratégicamente estacionadas donde brazos y hornos robots se adelantan preparando las pizzas que llamadas confirman minutos después. Es increíble cómo un solo robot puede elaborar hasta 120 pizzas exactamente iguales cada hora y sin desperdicios.

Ante un futuro distópico donde los seres humanos malgastamos la mitad de los alimentos que producimos, contaminamos las aguas y destruimos todo aquello que físicamente nos permite vivir, los robots serán clave para dejar de hacerlo.

Otro ilustrativo ejemplo es la sección totalmente automatizada en el puerto de contenedores de Long Beach en California, donde los robots se comunican e interactúan entre si y la entrada de potencialmente caóticos seres humanos está prohibida.

Los robots y las grúas operan de noche y de día y los siete días de la semana, bajo cualquier condición climatológica, sin descanso, sin alimentarse, sin pedir aumentos salariales ni amenazar con estallar una huelga. Claro está, se requiere de seres humanos, pocos y bien preparados, para programar a las computadoras que a su vez instruyen a otras computadoras las cuales dan órdenes a los robots.

No sabemos si se cumplan las premoniciones de Bill Gates donde habrá impuestos robóticos que servirán para ofrecerle un ingreso único universal a quienes no puedan competir y producir en la era digital.

Desconocemos si los seres humanos no adaptaremos a las nuevas tecnologías antes de que nuestras funciones laborales sean obsoletas. ¿Será obligatorio un ejercicio que cuestiones el modelo educativo actual desde primaria? Tal vez un escenario futurístico ideal sería que los robots no sustituyeran el trabajo de los humanos, sino que los humanos hicieran mejor su trabajo con la ayuda de los robots. Solo Dios lo sabe y con el tiempo, el mundo lo conocerá.

*Economista y director general del World Trade Center, Monterrey, UANL
 

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