PSICOLOGÍA INFANTIL

Prevención de riesgos en la infancia

Por Laura Elena Beltrán Padilla*
jueves, 22 de julio de 2021 · 00:00

El psicólogo infantil tiene un doble compromiso, el de valorar al menor y a los padres en sesión. Es la oportunidad de incidir con mayor ahínco en la crianza. Por lo regular, no subo de tono en sesión al menos que aprecie una señal de alerta en la interacción. En ocasiones, un padre puede ser tan efusivo que exponga a su hijo a ciertos riesgos. El padre juega de manera brusca y, en ocasiones, algo tan simple como un juego puede tomar un giro inesperado en el que se pierda el control y de la risa se pase al llanto.

Muchos eventos traumáticos surgen de la neurosis y la poca tolerancia. El bebé llora por hambre, cólico u otra necesidad. El padre lo toma de las axilas y lo sacude intentando tranquilizarlo. El agobio genera estrés, no cabe duda, y ese sacudir puede traer consigo un sinfín de lesiones, de leves a moderadas. El niño es muy frágil y, con una sola sacudida, puede quedar parapléjico o cuadripléjico, con un trauma de por vida.

Llega una pareja con su pequeño de 12 meses, el padre lo sienta en sus piernas y el menor observa algo fascinante a distancia, lo quiere alcanzar. El padre intenta controlar y sujeta con mayor fuerza, el menor se impone, quiere gatear, inicia así un forcejeo emocional, se escucha un grito de inconformidad. El menor quiere jugar e insiste en bajar, el padre lo quiere evitar. El padre se levanta de su sitio intentando distraerle, al entrevistar a la madre, percibo un movimiento rápido, algo súbito llama mi atención y digo: “No, ¡eso no!”. El padre, a manera de juego, lanzó a su hijo hacia arriba con un malabar alto, lo cacha y sujeta. Pareciera un juego, sí, pero de muy alto riesgo. Mi pronunciamiento frenó súbitamente al padre y, a la vez, le consternó, ya que no veía nada malo en el acto. Tuve que hablarle de la prevención y el riesgo de su maniobra, nadie sabe cuándo ocurrirá un accidente y he sabido de eventos trágicos.

Los accidentes y lesiones se dan con frecuencia durante los primeros años de vida, su incidencia es alta en morbimortalidad infantil. El cerebro y el cuerpo son frágiles por lo que un evento, juego o circunstancia pueden generar un daño irreversible que comprometa física y mentalmente. No cabe duda que los accidentes ocurren y en décimas de segundos. Niños que llegan a un hospital por urgencia. Por acercarse a la estufa, tocar enchufes, por intoxicación o correr a la calle. Mucho se debe a que el adulto cercano no mide el peligro, no prevé.

Una pregunta de rigor es saber cómo se traslada al menor debido a que los accidentes vehiculares están a la orden del día. Considero, en base a un diagnóstico, se deben de incrementar acciones de prevención para reducir la muerte y la rehabilitación por impacto.

Llegan otros padres, con su hijo de 5 meses, y después de capacitarlos en prevención de accidentes, al término de sesión, prosigo a estirarme, me dirijo a la ventana, veo andar a los padres hacia su vehículo y ¡me sorprendo! Suben al menor enfrente, en brazos y sin cinturón. Me pregunto: ¿por qué cuesta trabajo tomar conciencia? ¿Cómo es la práctica de las políticas públicas en este sentido? ¿Es habitual ver a un niño en el asiento de un vehículo y asomando la cabeza? Creo que los padres de familia y las instancias gubernamentales deberían de ser más enérgicas. De ser necesario, aplicar una multa sin distinción. El costo es alto, sí, pero un segundo y una mala decisión pueden cambiarlo todo.

*Psicóloga y psicoterapeuta de niños

laurabelpad@gmail.com

 

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