DESDE LA BANQUETA

Los libros como polilla cerebral o combustión del alma: tú eliges

Por Sergio Garín Olache
martes, 3 de agosto de 2021 · 00:00

El que escribe textos de opinión o ensayos de forma honesta está insatisfecho con la realidad que lo rodea. Mediante la ficción el verdadero escritor profesional de novelas y cuentos construye mundos más habitables y amables, utiliza esa misma sustancia que llamamos realidad y la mejora, la ilumina, la contrasta o la empobrece con la ficción según sea el mensaje que quiera compartir con sus lectores.

La adhesión, el fervor y simpatías revolucionarias de muchísimos jóvenes de México y América Latina fueron sustituidas, como fue en mi caso, por el suave escepticismo liberal, los escritos revolucionarios de Jean-Paul Sartre y Karl Marx fueron dejados de lado por los de Karl Popper e Isaiah Berlin entre muchos otros filósofos para comprender bien al liberalismo.

El escritor es constitutivamente un ser descontento, siente que la realidad está mal hecha que existe mucha pobreza, desigualdades brutales, injusticias de todo tipo y personas que conocemos lo sufren en carne propia, realidades que van por debajo de nuestros sueños y aspiraciones, solo podremos vivir mejores experiencias, gracias a lo que no existe que viene en los libros, eso mismo que las novelas y cuentos animan y fingen una y otra vez.

A propósito de decepción de juventud, a finales de los años 60 del siglo pasado, Fidel Castro Ruz habló con diez intelectuales de clase mundial de diferentes nacionalidades inconformes en su mayoría por las desviaciones del supuesto socialismo con rostro humano único en el mundo de la Revolución cubana y alejado de la ortodoxia del sistema comunista soviético, empezó a hablar Fidel sin parar de las diez de la noche para terminar a las 10 de la mañana. Fidel no tenía interlocutores.

A los intelectuales que no convenció, Fidel los llamó tiempo después a la primera oportunidad que tuvo agentes de la CIA. A los propios cubanos que lograron salir de la isla por la política del régimen cubano los llamó gusanos, a otros intelectuales, escritores y artistas libres los encarceló por “raros” “enfermos” y “maricones”, fusiló a otros.

Conclusión primera: Cualquier utopía que se mantenga como utopía, estaremos usted y yo entonces en el camino correcto. Utopía que logre encarnar en un sistema político, económico y social como el caso de Cuba siempre de los siempres se convertirá en una dictadura y se impondrá tarde o temprano con violencia y represión, te llenan primero de mugre si no apoyas inclusive algún populista de izquierda o de derecha en turno. Bueno, el que se lleva se aguanta y yo me llevo.

Escribir pues no es una mera distracción de las penurias de la vida diaria o una actividad lujosa y prescindible; a la hora de escribir nadie se puede lavar las manos al estilo de Poncio Pilatos y se debe estrechar plenamente a su época y circunstancia.

Las consecuencias de la buena literatura pueden ser tan imperecederas y definitivas como disparar un revólver. Al escribir uno debe tomar posición de la realidad que le tocó en suerte vivir, sea de forma directa o indirecta, en tiempo pasado o presente.

La literatura hace más -es mi opinión- por la sociedad que un asalto utópico de cualquier filósofo, demagogo o partido político.

El problema mayúsculo que tenemos hoy es el de nuestros jóvenes que ya no leen, cumplen con todo lo demás, buscan entretenerse con cualquier cosa siempre que sea de forma rápida. Le buscamos entonces significado a la acción y efectos de entretenerse el próximo sábado. Tan tán por hoy.
 

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