HOY EN LA PLAZA

001. Septiembre 2021

Por: Ricardo Harte*
lunes, 13 de septiembre de 2021 · 00:00

Hace ya más de 130 semanas atrás, comenzamos (y esta conjugación en plural se refiere a “nosotros, el coro griego”) un relato imaginario en el que nos ubicamos en un futuro en que el ágora de la Plaza Santo Tomás era ya un hecho consolidado en la comunidad ensenadense. En un “mañana” dentro de siete años, discurrimos con personajes que vivieron tramas de amor, diálogos de política, de religión, de vida.

Jugaron ajedrez, vieron obras de teatro, se reunieron con su grupo a jugar al dominó de todas las tardes, leyeron libros, se tomaron de la mano los enamorados, escucharon música, vieron cómo jugaban los niños, compraron el pan, el vino y los quesos para sus casas.

Recordando la primer escena de aquel primer día, repetiremos las palabras que nos dejaron ver, oír, oler a Plaza y sus personajes:

“Al igual que la mayoría de las tardes, Don Sebastián, Don Sebas, cerró su tienda de abarrotes y caminó las tres cuadras que lo separaban de la Plaza Santo Tomás.

No tenía mucho apuro.
Hacía ya varios años, desde que estaba solo, que acostumbraba a terminar su dia en ese lugar tan pausado, tan umbrío, tan…verdadero.

Recordaba muy bien los tiempos aquellos cuando sus parientes y amigos se sumaron al grupo de ciudadanos que salieron a pelear la creación de esta PlazaParque, que hoy en día tenía ya árboles altos y frondosos, césped tierno y de color verde intenso, bancas ya gastadas de tantas parejas que allí se conocieron, que se amaron con miradas interminables, bebiéndose uno al otro.

Seis años después, ya en sus ochenta y y cinco años, D. Sebas no recordaba por qué había sido la lucha. …Quien sabe. En fin. No recordaba bien las causas, pero recordaba muy bien que había sido reconfortante vivir días en que sus vecinos y amigos confluyeron para construir un espacio que beneficiaría a todos por igual.

Y así fue.
Hoy en día Don Sebas no se puede imaginar estos años de la recta final de su azarosa vida, sin esa Plaza.

Allí conoció a mucha gente nueva. Conversó sobre temas raros, con caras desconocidas y amables, se integró a un grupo de dominó y escuchó, todas las tardes, al enjambre alborotado de pájaros que terminaban el día parloteando en las copas tiernas mecidas con las brisas vespertinas.

Allí, en la Plaza, comenzó a escribir sus poemas. El primero de ellos empezaba diciendo:

“Encaramado a la punta de mis dedos rocé la tibieza de tus valles mientras jugaban las sombras tiernas con tu cuerpo de mujer verdadera”.

Tenía ya varios poemas escritos. Y todos habían surgido de sus visitas a la Plaza, observando las plantas, las cactáceas, los niños corriendo, el hombre maduro que leía su libro todas las tardes, las señoras parlanchinas que combinaban sus compras con el café ineludible, la pareja de turistas que deambulaban con caras estupefactas, el gorgoteo de la fuente que parecía que todos los días quería decir algo y no le salía.

Cuando llegó, con el mismo paso tranquilo y sin apuro de quien tiene pocos años por delante, se encaminó a un rincón de la Plaza que se conocía como “Las Cubas”.

Cruzó por donde jugaban un montón de chamacos, que competían con el alboroto de los pájaros.

Se detuvo unos segundos a observar a un trovador que rasgaba, también sin prisas, una guitarra cascada por años y años de notas tristes.

Y siguió hacia el rincón del rincón donde ya estaban sus camaradas de horas lerdas, esperando, con la “sopa” lista, para ensarzarse en la lucha encarnizada de todos los días, para demostrar, todos, todos los días, quién era más listo, quién calculaba mejor, quién adivinaba el juego del otro”.

Así fue como empezó, en aquella primera columna, el intento de relatar lo necesario, lo adecuado, lo justo, lo imprescindible en que se había convertido la Plaza Santo Tomás, para sumar, a los argumentos de defensa a la solicitud de peatonalizar UNA cuadra de UNA calle de Ensenada.

Partir de hoy, damos un salto en el aire del tiempo, con siete vueltas en el espacio y sin red, y caemos a este lunes 13 de Septiembre de 2021.

Nuestros amigos tienen siete años menos, siete años menos de experiencias, siete años menos de risas, de discusiones, de brindis.

Entonces podremos observar, desde nuestra banca de “coro griego” imparcial, las situaciones, eventos, diálogos que surjan sobre los temas del momento.

Pero en una Plaza Santo Tomás que ya sucede, que ya existe.

*Arquitecto uruguayo radicado en México desde hace más de 50 años

ricardoharte@yahoo.com.mx

 

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