LA TURICATA

Luis Buñuel (Primera parte)

Por: José Carrillo Cedillo
lunes, 13 de septiembre de 2021 · 00:00

“Haz el bien sin ver a quien”, dicen las enseñanzas judeo- cristianas, pero sucede que no siempre es posible… y en ocasiones uno se arrepiente de haberlo hecho.

Tendría unos catorce años cuando empecé a sentir dolores como punzadas sobre la ingle derecha, a las cuales no les di importancia al principio; pasaron las semanas con dolores más frecuentes por lo que  mi papá me llevó a consulta con un compadre de él que era médico y recuerdo que tenía su consultorio por el mercado de Tepito.

Ya en el consultorio me di cuenta que atendía a las muchachas de la vida galante de la zona roja que estaba muy cercana. Al llegar mi turno de consulta, me pidió que me acostara y me levantó la pierna derecha y me preguntó si sentía algún dolor, fue mínimo y le dije que casi no sentía nada y él me contestó, no le hagas confianza dentro de unas semanas no vas a aguantar los dolores y tú mismo pedirás que te lleven al hospital pidiendo que te operen, tienes apendicitis…

Y acertó: semanas después, un sábado después de salir del trabajo, a la una de la tarde, comía yo con un compañero en un restaurant cercano, cuando los dolores me impidieron continuar la comida y salimos (me acompañó mi amigo) y él llamó de un teléfono público a la Cruz Roja, la ambulancia llegó en  unos veinte minutos y después de revisarme me subieron a la camilla y llegamos ya cerrando el día al hospital que entonces se encontraba en la calle de Monterrey en la colonia Roma.

Desde luego ingresé por urgencias y el médico que me revisó solicitó me ingresaran y que prepararan una cama y después de unos minutos me subieron en una camilla al segundo piso; ya que me desnudé y me puse una bata que me dio una señorita enfermera, me dijo que me recostara a esperar al médico especialista, el cual llegó minutos después; era un joven risueño que después de doblarme la pierna y apachurrarme la zona, para checar (acompañado de mi grito), me dijo que efectivamente era apendicitis, subrayo apendicitis y por eso te voy a operar si fuera apendijitis, para eso no hay cura… aunque te operara. Pero, mañana al salir del quirófano te revisas bien pues tengo la costumbre de hacer bromas a los muchachos de tu edad… les corto el pilín.

Me prepararon durante la noche y a las siete de la mañana del domingo ingresé al quirófano, y ya en él me dijo el anestesista; cuenta hasta diez a ver a qué número llegas antes de dormirte; conté en voz alta y recuerdo haber llegado a seis y después de ello empecé a ver una luz que iba creciendo lentamente en intensidad y pequeños ruidos llegaron a mis oídos que se transformaron poco a poco en voces y cuando pude abrir trabajosamente mis ojos, me di cuenta que estaba en la cama en una larga sala de una decena de camas y escuché la radio que tenía un vecino de cama a mi derecha, desde luego una vez que estuve consiente de mi situación, recorrí con mi mano derecha la zona donde ya había desaparecido el intenso dolor y encontré un gran parche y desde luego bajé la mano en busca del pájaro madrugador y sentí alivio al comprobar que estaba en su lugar; en eso estaba, cuando llegó el médico bromista (se llamaba Luis González) y lo primero que me dijo: ¿seguro, ya te revisaste? Y sus tres alumnos que lo escoltaban al lado de mi cama, más dos enfermeras, soltaron la carcajada avisados con toda seguridad de que siempre hacia esa broma a los jovencitos, quienes caíamos en la trampa.

Después de revisarme y aprobar mi estado, comentó: estás muy bien, no eches a perder mi trabajo, tienes que seguir todas mis indicaciones, vengo mañana a verte… y salió de sala seguido de sus escoltas.

Continuará…

jcarrillocedillo@hotmail.com

 

...

Comentarios