CONVERSEMOS

¡Qué difícil es saber escuchar…!

Por: Ricardo Harte*
viernes, 17 de septiembre de 2021 · 00:00

“…Si tú ves la historia de la izquierda y la historia de los gobiernos de izquierda, están alejados de una superioridad moral impoluta, están alejados de no haber violado los derechos humanos, están alejados de no haber tenido corrupción. O sea que en realidad, hay buenas personas y malas personas, personas honestas y personas no honestas, y por ese lado uno busca los aliados: donde están los honestos, los que quieren trabajar y sacar adelante este país”, M. Wainstein, Directora Nacional de Cultura, ROU).

Es alentador encontrar afirmaciones de personas que ocupan cargos de responsabilidad política y social, que coinciden con reflexiones que uno ha sostenido durante muchos días, semanas, meses…años.

Seguir con la perorata de dividir a la humanidad en derechas e izquierdas, en liberales y conservadores, en revolucionarios y reaccionarios, en aliados y opositores, etc. etc., pretende, por ignorancia o por malicia manipuladora, reducir el espectro de opiniones, ideas y críticas a dos bandos opuestos: los malos y los buenos. En el bando en que yo esté, están todos los buenos. Y los del bando de enfrente está plagado sólo de malos.

Lo que mi bando diga o haga, siempre será correcto. Y lo que diga o haga el bando contrario, siempre estará equivocado.

Dicho de una manera poco ortodoxa (desde la retórica de la cultura académica y “docta”), eso es, más o menos, lo que nos está pasando en el planeta.

Y los ejemplos abundan.
Uno de los más descarnados, es el intento que se desarrolló, poco tiempo atrás, en desacreditar cierto tipos de vacuna anti Covid 19, por ser rusas, chinas o cubanas.

Esa visión/actitud de reducir la búsqueda de la verdad y categorizar los hechos según de dónde provengan, quién lo dijo, cuándo lo dijo, o el color de la piel de quién lo dijo, o a qué grupo político pertenece, es el intento de reducir la complejidad y misterio de nuestra existencia a una dicotonomía elemental: lo malo y lo bueno.

¿Qué existe la maldad y la bondad? Por supuesto que existe.

Pero está muy distribuida.
La Iglesia Católica, Apostólica y Romana alberga en su seno a mártires y a pederastas. A justos e injustos. A Pedros y a Judas. A egoístas y a generosos. A progresistas y a conservadores. A tolerantes e intolerantes.

Con lo anterior no pretendo afirmar que todo movimiento, secta o partido tiene validez humana y, por ello, puede expresar, poseer en sus discursos una parte de la verdad.

Considero que hay organizaciones humanas que, desde sus principios fundacionales, están viciadas por el fundamentalismo, por el extremismo, por la intolerancia. Son organizaciones que niegan la diversidad, que se cierran a la discusión, a la duda, a los cuestionamientos.

Es decir, que todo ámbito que pretenda ser un espacio, un movimiento de genuina búsqueda de la verdad, sólo debe exigir, para participar en él, la capacidad de escuchar. Escuchar al otro, al diferente, no solo para contestar, sino escuchar para entenderlo.

Recuerdo un anécdota atribuida a un diálogo entre Putin y un gobernante de un país islámico. El gobernante islámico le solicitó a Putin que les permitiera, a las comunidades musulmanas que vivían en Rusia, construir una gran mezquita. Ello se haría con el dinero del gobierno islámico en cuestión.

Putin le dijo que sí, sólo con una condición: que el gobierno islámico le permitiera construir una iglesia ortodoxa en su territorio.

El jerarca islámico, con molestia, le contestó que ello era imposible. “¿Por qué?” inquirió Putin. “Pues porque no es posible erigir un templo de una religión que está equivocada. Sólo el Corán tiene la verdad”.

Es esencial para el crecimiento de la humanidad, en su capacidad civilizatoria, que podamos dialogar para escuchar. Pero es imposible el diálogo entre sordos mentales. Entre seres humanos que sienten pánico extremo ante la posibilidad de dudar.

Y lo anterior no es un fenómeno que podemos encontrar en los enormes ámbitos de las grandes luchas de las potencias y sus discípulos.

Lo encontramos a un lado nuestro. En nuestra ciudad, en nuestro barrio y en nuestras familias. Me refiero a las polarizaciones entre los “AMLOvers” vs. los “AMLOfóbicos”.

La reducción dicotómica de que todo lo que hace al gobierno federal está bien o, por el contrario, todo lo que hace está mal.

Todo o nada.

Bueno o malo.
Pues…si logramos escucharnos para encontrar la verdad, y no a quién la posee, podremos, a lo mejor, soñar con un mundo mejor.

*Arquitecto radicado en México desde hace más de 50 años

ricardoharte@yahoo.com.mx

 

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