CONVERSEMOS

¡De ninguna manera!

Por: Ricardo Harte*
viernes, 3 de septiembre de 2021 · 00:00

Frente a este vendaval de sucesos, controversias, noticias, opiniones, alaridos mediáticos, es muy difícil mantener la ecuanimidad, la visión global del mundo y sus regiones y lograr entender qué ha pasado, qué está pasando y si podremos hacer lo que debamos hacer para que el futuro exista.

Y me refiero a sólo dos sucesos que han explotado en el seno de todos los grupos humanos, de alguna manera u otra: la pandemia y la toma de Afganistán por el grupo del Talibán.

Para economizar el diálogo y construir una torre de entendimiento que no sea la de Babel, me permitiré transcribir notas, artículos, noticias que, a mi juicio, exponen con meridiana claridad aspectos de ambos acontecimientos.

La idea es descubrir cuál es el nexo que existe entre estos acontecimientos.

Y para ello propongo dos “variables” de esta ecuación terrorífica:

a) Un Sistema que gobierna la mayoría de los territorios del planeta

En un artículo publicado en la Revista Aurora, año 2020, No.1, David Fernández Dávalos, S.J. señala:

“El modelo económico actual se ha mostrado incapaz de evitar o, al menos, de dar respuesta a emergencias como la que ahora transitamos. Pero en los países más pobres es brutalmente evidente lo que en las metrópolis -abastadas todavía en recursos- solamente despunta; el virus ha venido a evidenciar que el viejo modelo económico, aplicado ferozmente en las últimas décadas, ya no da para más y que no resuelve las necesidades de la gente, de los pueblos. No lo hace ni lo puede hacer porque funciona solamente en torno de la reproducción del capital y la maximización de la ganancia: sólo se reproduce a sí mismo.

El modelo económico privatizador consiguió que el tamaño de nuestros Estados se redujera de manera muy significativa. Por consiguiente, los gobiernos en América Latina tienen ahora capacidades muy reducidas para sostener y estimular las economías nacionales.

La enfermedad actual nos coloca frente a la urgencia de transitar hacia un nuevo modelo económico global centrado en las necesidades y los derechos de las personas, y no en la expansión del capital. Un nuevo modelo que incluya el mandato de la igualdad entre personas y países, y lo promueva.”

A esta torre de diálogo (que, repito, pretendo que no sea la de Babel), sumo dos noticias de hace pocas horas atrás:

De La Jornada, Martes 31 de Agosto (J. Gutiérrez): “ Utilidad de bancos se dispara 40%. El conjunto de bancos que operan en México obtuvo entre enero y julio ganancias por 96 mil millones de pesos, 40 por ciento superiores a las del período comparable de 2020…”

Y de la misma fuente, del miércoles 1º. de Septiembre, se lee: “(Entrevista con Noam Chomsky): ‘Pocas veces he visto un país en el que elementos de la élite sientan tanto desprecio y odio por los pobres y los trabajadores…A menos que Brasil sea capaz de afrontar estos problemas, ya no estará con nosotros en unas décadas de forma viable. Así que también significa un genocidio para la población indígena”.

b) Los agentes que fortalecen y desarrollan este sistema de la desigualdad.

De la Jornada, Miércoles 1º. De Septiembre (J. Steinsleger):”…Llevemos el ejemplo al proceso de concentración de la riqueza global, en los últimos años. Según Oxfam, tan sólo 85 multimillonarios poseían en 2014 lo mismo que la mitad de la población mundial (3.5 millones de personas). En 2015 los bendecidos se redujeron a 80, en 2016 a 62 y en 2017 apenas ocho (repito, ocho), eran los bendecidos con el cuerno dorado del llamado `mundo libre´…”

Otro dato: EEUU gastó en Afganistán, durante el finiquitado período 2001-21, la cantidad de 2 billones 260 mil millones de dólares. En un país que, a cifras de hoy, figura como uno de los países más pobres del mundo.

Los datos, las opiniones, los juicios, se están convirtiendo en una verdadera danza de la locura. Al igual que el Bolero de Ravel, hay un ritmo marcado por tambores del desastre que va aumentando de volumen sonoro, mientras una melodía plañidera sigue repitiendo una y otra vez el tema musical.

Toda la sonoridad desemboca en un verdadero estruendo, que se interrumpe abruptamente, termina en un golpe seco y deviene después un escalofriante silencio. Siempre he opinado que el ritmo enloquecido de la obra, que va aumentando su sonoridad, es tan dramático como el silencio posterior.

¿Estará pasando lo mismo en este planeta que tiembla?

¿Seguiremos bailando ensordecidos al ritmo de paradigmas que han demostrado hasta la saciedad que no permiten la vida futura?

¿El silencio posterior, cuando ya todo colapse, será el silencio de los cementerios?

Pues, me resisto, me levanto y grito: “¡ni madres!”.

*Arquitecto uruguayo radicado en México desde hace más de 50 años

ricardoharte@yahoo.com.mx 

 

...

Comentarios