DÍA DEL SEÑOR

XXIII Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo B (Mc 7, 31-37)

“¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos” Por: Carlos Poma Henostroza
sábado, 4 de septiembre de 2021 · 00:00

El Evangelio de este domingo, Jesús se muestra hasta qué punto él se siente conmovido por el sufrimiento humano y actúa para poner remedio, eso hace exclamar a las muchedumbres: “Todo lo hizo bien”.

Frente al sufrimiento y a la miseria, muchos se preguntan: ¿“dónde está Dios”?, o ¿”qué le he hecho yo a Dios para que me trate así”? En lugar de perdernos en preguntas con las que intentamos justificar nuestra flojera espiritual, debemos más bien decir: ¿”qué puedo hacer yo para aliviar ese sufrimiento”? Sí, Cristo desea seguir haciendo el bien entre nosotros y en nuestros días mediante sus enviados. Cristo desea seguir liberando al hombre de las necesidades materiales, de las enfermedades, de las calamidades naturales, de los males espirituales mediante nosotros.

Es hermoso constatar la generosidad de tantos millones de cristianos para socorrer en cualquier parte del mundo a los más necesitados. Cristo debe estar contento porque puede continuar haciendo el bien en la historia de los hombres mediante los cristianos.

Al mismo tiempo, como creyentes cristianos, hemos de hacernos algunas preguntas: ¿Hago yo personalmente todo el bien que puedo hacer? ¿Busco que otros, singular o comunitariamente, hagan el bien? ¿Cuál es el tipo de bien que más me gusta hacer: el material, el espiritual o ambos a la vez? ¿Estoy convencido de que a través de mí, Cristo glorioso continúa presente entre los hombres haciendo el bien? Y no olvidemos que hacer el bien desinteresadamente a los hombres es una manera estupenda de liberarlos.

No sólo existen los sordomudos fisiológicos, que padecen esta limitación que les dificulta la comunicación con quienes los rodean. También existen los sordomudos culturales, incapaces de comunicarse con el entorno.

Conocemos el tormento que viven muchas familias, donde no existe una comunicación serena entre la pareja, como tampoco entre padres e hijos. Las agresiones verbales y físicas son el pan de cada día.

Muchos factores bloquean nuestros oídos, y eso nos impide escuchar la voz de Dios que habla a través de los acontecimientos, y también nos impide percibir las necesidades de nuestros hermanos. Muchos factores bloquean nuestra lengua y por eso somos incapaces de pronunciar una palabra de perdón a quienes nos han ofendido y una palabra de optimismo para el que se siente triste.

Hay personas sordas y mudas por factores generacionales. Esta situación se vive en muchos hogares, donde padres e hijos apenas se hablan, viviendo en mundos completamente diferentes.

El objetivo de Jesús no es primariamente la salud del enfermo, sino la manifestación de que “Dios está aquí”, en Jesús, y de que es “EL MÉDICO”, no el juez. Y la presencia de Dios en Jesús no consiste en hacer de esta vida un paraíso, sino en hacer que esta vida sirva de camino al Paraíso.

En estas últimas semanas hemos visto de cerca el sufrimiento de los que perdieron casas, y seres queridos en el terremoto y las inundaciones en Haití. Hemos visto el terror de la gente tratando de escapar en el aeropuerto de Afganistán.

Lo mismo en nuestro país, hay imágenes terribles de las inundaciones en varios estados, y siempre hay la desesperación de los inmigrantes tratando de entrar en los Estados Unidos desde Mexico. Todos están buscando una vida segura, una vida que les dé la posibilidad de vivir con dignidad y seguridad. Tenemos que abrir los oídos a sus gritos de dolor y hacer nuestra parte, por más pequeño que sea.

Cualquier enfermo, sea de cuerpo o del espíritu, que se revela a la comunidad cristiana merece la misericordia y la ayuda. Estamos hoy en el lugar de Jesús, portadores de la curación y del amor. Nos toca abrir nuestros ojos y oídos a los gritos de los sufridos y extender la mano como Jesús. Como Jesús hizo concreta la profecía de Isaías, hoy tenemos la oportunidad de hacer concreta la misión de Jesús. Abrir el oído del corazón al pobre es sin duda una poderosa manifestación del amor evangélico.

Que Nuestro Señor Jesucristo, no ayude a estar sanos del espíritu y del cuerpo, los bendiga hoy, proteja y acompañe siempre.

cpomah@yahoo.com

 

 

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