UNA MIRADA HACIA LA INFANCIA

El sabor de la niñez

Por: Psic. Laura Beltrán Padilla*
jueves, 13 de enero de 2022 · 00:32

Desde temprana edad, al recibir alimento, influye el cómo funcionen los sistemas sensoriales en cada uno, pues algunos momentos dejan huella imborrable en la memoria. Al comer, mucho entra por la vista, otro tanto por el olfato y, más aún, con el primer bocado. Sea un pequeño espacio: hogar, comercio o restaurante, entre más se integre a un pequeño a lo culinario, de acuerdo a su etapa de desarrollo, mayor riqueza tendrá en su formación.

No solo es comer por comer, sino el recibir un platillo y momento especial; la cultura familiar influye en ello. Hay una diferencia entre participar en el cultivo: cortar los limones, compartir con el padre la caña y la pesca, a tener la comida ya servida en la mesa. Por eso los mejores momentos se dan en el fogón durante la elaboración.

Hace unos días recibí en consulta a un paciente de 11 años, por cierto; al aplicarle proyectivas, vi una marcada inclinación para ser cocinero. Parece estar tan seguro de lo que quiere a su corta edad, pues lo afirma y reafirma. Admira a su padre y refiere que nadie cocina como él, por lo que espera los domingos para cocinar en conjunto.

La preferida del menú: Una pizza a la leña, preparada en el patio de una casa campestre; sus ojos le brillan tanto al narrarme. Está a la espera, no cabe duda, del fin de semana, la comunión con su padre y el juego de mesa compartido.

El exponerse a aromas selectos desde temprana edad ha vuelto la cocina familiar algo muy representativo para él. Me relata, además, de los grandes festines con abuelitos, tíos y primos, tan gratificantes que quiere mantener los sabores en su mente, así como rememora el haberse metido varias veces debajo de la mesa, jugar a las escondidas, y la abuelita darle una tortilla de harina recién hecha con toque de frijol y queso fresco, entonces me dice: “¡Uf, eso no tiene precio!”

Estos momentos extraordinarios dentro de lo ordinario, con el paso del tiempo, trazan un camino, el de ser aprendiz para llegar a ser experto del arte culinario. Por ello es interesante el escuchar relatos de personas que se van formando en su hábitat natural, inspirados por alguien cercano.

Hoy en día se tiene accesibilidad a documentales como: Chefs Table, presentado en Netflix. Mi admiración para personas creativas quienes nos transmiten su pasión, el cómo se formaron y en qué momento algo cautivó su paladar. En su mayoría, fue de niños.

Gozamos del vivir en un lugar de clima agradable, en donde la gastronomía y enología van tomando mucho auge. Jóvenes que, desde temprana edad, se han inclinado por un aprendizaje formal o por la llamada coloquialmente “universidad de la vida”, gozan del preparar con ingredientes diversos y cautivan del más pequeño al más grande paladar.

Estar cerca del mar posibilita el acceso a un sinfín de pescados y mariscos, a diferencia de lugares de muy baja temperatura, como lo es el norte de nuestro querido globo terráqueo, en donde es más complejo alimentarse y resguardarse del frío, aun así, los menores aprenden de los mayores y participan de alguna forma, pues es parte de su herencia.

Qué bonito es el aprovechar oportunidades, surgir de una experiencia simple, y motivarse para perseguir un sueño. Al final, cada quien le pone la pizca de sal o pimienta a su vida. Lo importante es el compartir con otros, agradecer a la madre tierra por el beneficio diario del alimento.

*Posgrado en psicoterapia de niños

laurabelpad@gmail.com

 

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