DESDE LA BANQUETA

Amado líder

Por: Sergio Garín Olache
lunes, 17 de enero de 2022 · 00:00

Diego Fonseca es columnista de The New York Times, El País y de El Confidencial de España. Si yo creía saber algo sobre el inexplicable fenómeno del populismo, en verdad que estaba muy equivocado. Finalmente, Diego Fonseca me confirmó que soy muy ignorante.

Amado Líder, la más reciente publicación para la casa editorial Harper Collins de este destacado periodista y escritor argentino, me apasiona pese a lo poco que lo he leído, no he terminado de leer su libro que me ilustra y al mismo tiempo me divierte. Sin duda es un libro de consulta. Pero vamos por partes:

El populismo -dice Diego- desde inicios del siglo XX, ha conseguido sintonizar con el descontento popular hablándole no a la razón sino a la iracundia, el deseo, la frustración, la expectativa de venganza o revancha, a través de una figura carismática: el Amado Líder, un oído dispuesto y la única voz posible. Improvisadores con grandes eslóganes pero planes diminutos.

Amado Líder explora las experiencias de varias naciones y las peculiaridades de sus populismos, la caída en desgracia de los sistemas representativos, la crisis de los partidos políticos, la emergencia de las redes sociales como herramientas de organización y expresión y los mercados electorales atacados por la manipulación tecnológica. Desde Trump al ya sabes quien, de Daniel Ortega a Cristina Kirchner, de Nicolás Maduro a Evo Morales, de Rafael Correa al Brasil de Jair Bolsonaro.

En un poco menos de mil páginas (el libro es gigante y para mí de consulta), el autor nos lleva de la mano hacia una descripción detallada, documentada y al mismo tiempo muy sencilla sobre las características y las razones de ser del populismo en este siglo XXI.

Se trata de individuos carismáticos con un lenguaje sencillo y manipulador; conjuntan rápidamente una feligresía que los sigue y adora ciegamente. Es muy interesante, también, el hecho de que todos los populistas son nacionalistas, tienen un discurso beligerante contra las elites políticas, económicas o raciales que han tenido y tienen la culpa de lo que le sucede a los buenos que son sin duda el pueblo que los aclama.

Absolutamente todos los amados líderes polarizan, jamás buscan acuerdos ni tienden puentes con los despreciables “otros” (conservadores, neoliberales, oposición o fifís), mas aún… solo puedes formar parte de los buenos si tienen lealtad absoluta y fe ciega en Dios, o sea en el caudillo. Para el populista la realidad es la que ellos deciden y nada puede ser ni estar, a menos que él dé su aprobación (tengo otros datos, vamos bien, etc.)

Lo anterior conlleva algo muy importante: despreciar la opinión de los expertos, no escuchar a la opinión pública ni a la publicada y desconocer el conocimiento científico y las expresiones culturales que no se adecuen al pensamiento e ideología del mesías.

Una de las acciones que este tipo de gobernantes valora mucho y de lo que depende en buena medida su control absoluto sobre todo y todos, es que no les gustan para nada los intermediarios. El populista tiene que otorgar sus dones y beneficios directamente y haciendo a un lado (o mejor aún, desapareciendo) a las instituciones o a cualquier fundación órgano autónomo o grupo social que se oponga a sus designios. Con ello se garantiza significativamente el objetivo del autócrata, o sea, la adoración enfebrecida de sus fieles.

En fin, como siempre me sucede después de leer un gran libro, al terminarlo, reconozco que sé más del tema y al mismo tiempo que entiendo menos.
 

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