LA TURICATA

El correo

Por: José Carrillo Cedillo
jueves, 27 de enero de 2022 · 00:22

Orson Crown y yo nos conocimos de jóvenes cuando coincidimos en un curso de Civilización Maya en la vieja escuela de Antropología cuando todavía estaba en la calle de Moneda; yo estudiaba artes plásticas a una cuadra de distancia en la vieja Academia de San Carlos, de la UNAM.

Él había venido de su natal Londres, aprovechando sus vacaciones (trabajaba en Scotland Yard) a tomar el curso y conocer México. Platicamos muchas veces en el café y fui su guía para visitar los sitios más emblemáticos de la ciudad, (según el relato de Humboldt); desde luego le pregunté como es que hablaba tan bien el español y me dijo que había estado comisionado una temporada en Madrid.

Después que terminamos el curso lo acompañé al aeropuerto e intercambiamos direcciones; durante años me inquiría, por carta, sobre avances de excavaciones y yo lo mantenía al día en la medida de mis naturales ocupaciones.

Pasaron los años sin sentir y hace un tiempo lo visité en Londres, y me dijo que ya se había jubilado, pero mantenía una oficina muy cerca de Baker Street (si a usted no le dice nada esta calle londinense, lo invito a leer a Conan Doyle y las aventuras de Sherlock Holmes) a la vieja usanza para tomar algunos trabajitos.

Me presentó a su joven secretaria, Christine Keller, con pelo rojo y pecas en su rostro; para ella era yo “el amigo mexicano” de su jefe. Pasé unos días muy agradables con la guía de ambos y me trasladé a París. Pasaron más años y llegó el internet.

Ayer recibí un correo de Orson que por tratarse de una mexicana, lo transcribo para ustedes, sin quitar una coma, esperando sea de su interés (desde luego, cuento con la anuencia de él). 

“Amigo Pepe, ayer tomé un caso y por ser una paisana tuya, lo comento en busca de tu ayuda, como siempre, y tu autorizada opinión.

Mi secretaria me llamó para decirme que una misteriosa señora había preguntado por mí, y le pedí que si no la conocía me la describiera para ver si yo lograba recordarla: una señora cuarentona de pelo negro y lacio, tez morena, elegantemente vestida y que al no encontrarme, sólo le dio a Christine un sobre para mí. Llegué más tarde a la oficina, leí la nota:

- Lo espero mañana a las once en: CAFE MORO…
- Me presenté y al entrar vi a una dama que correspondía a lo que me dijo Christine, supe que era ella, me preguntó si yo era el detective y cuando respondí que sí, se sentó enfrente de mí, quitándose los lentes negros, e inició explicando el motivo de hablar conmigo. Mis amigos me dicen Kari, a usted, me lo recomendó William Darwin mi novio… ¡Ah! sí, el guardia de la reina, el que tiene fama de montar muy bien a sus yeguas…

- ¡Él mismo!, dijo ella con un dejo de orgullo que no pudo disimular. Supongo, continuó, que él ya le habrá contado mi gran problema. - Algo me comentó William, pero quiero escucharlo de usted.

Inició una larga historia de persecución política contra su ex marido resultando ella injustamente involucrada, (fueron las enfermeras, según su dicho) y me pidió que investigue quién es ese enemigo instigado seguramente por su esposa, envidiosa de que mi cliente sí logró la abundancia, como me dice.

Se levantó y me dijo, por dinero no hay problema, lo que quiero es saber quién hijos de la tiznada me sigue jodiendo, pidiendo que me regresen… esas fueron sus palabras … ciao, y me lanzó un besito al aire y salió rumbo al elegante auto que me pareció, conducía William.

Pero averigüé que mi clienta, pidió refugio como perseguida política y por otro lado pesa el pedido de deportación del gobierno mexicano lo cual, ambas cosas, las tendrá que resolver muy pronto el juez inglés que está a cargo del caso.

Un abrazo Orson’’.

jcarrillocedillo@hotmail.com

 

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