A MEDIA SEMANA

La teología de la prosperidad

Por: Eugenio Reyes Guzmán*
jueves, 27 de enero de 2022 · 00:24

Las últimas décadas han atestiguado una rápida caída del número de católicos en América Latina siendo reemplazados por evangélicos, particularmente pentecostales. Con datos del centro de pensamiento Pew Research Center, en 1970 el 92% de los latinoamericanos se consideraba católico, el 4% evangélico y solo el 1% expresaba no profesar religión alguna.

Para el año 2014, esos números cambiaron a 69%, 19% y 8% respectivamente. De la región, los países donde los evangélicos han tenido la mayor penetración es en Centroamérica particularmente en Honduras, Guatemala, Nicaragua y Panamá con porcentajes que oscilan entre 32% y 46% de los auto declarados como creyentes.

Por otro lado, países como Uruguay, Chile y República Dominicana han visto un lastimero repunte de personas que se conciben ateos o que no profesan alguna religión. En Uruguay es el 54% de la población, cuando alguna vez fue preponderantemente católico.

No existe una razón única para comprender el rápido deterioro de la fe católica y francamente, es hasta cierto punto entendible. Sin duda las noticias amarillistas y sensacionalistas venden mejor que las estoicas y ejemplares vidas piadosas.

Lo que también es cierto, es que muchas religiones protestantes se crecen ante la crítica a la iglesia universal y hay quienes invierten millones para denostarla. Pero es igualmente válido argumentar que la Iglesia católica ha cometido graves errores, le ha faltado estrategia y no ha hecho concesiones en sus principios y valores milenarios. Cierto, más de 2,000 años es una tremenda prueba de fuego.

Hablando de estrategia, los evangélicos han sido muy eficaces implementando innovaciones teológicas, litúrgicas y organizacionales. Entre los protestantes, quienes más han crecido han sido los pentecostales soportados en tres prácticas torales, la glosolalia, la taumaturgia y la demonología.

La primera es un lenguaje ininteligible conocido como don de lenguas, la segunda se sustenta en “curas milagrosas” y la tercera tiene que ver con la liberación de alguna posesión malévola. Es muy común presenciar durante sus asambleas a personas, atrapadas en una euforia colectiva, desplomarse y afirmar que han sido sanados de forma sobrenatural. Esas expresiones de éxtasis grupal invocan más a las emociones que a la razón.

Hablando de emociones, es sumamente seductora una prédica que ofrezca esperanza y prometa milagros. Sí, los pentecostales han logrado interpretar como ninguna otra corriente protestante las creencias populares y sus necesidades percibidas, entre ellas el anhelo de una mejor posición económica.

Como comentario al margen, su crecimiento ha sido tal que en las últimas diez décadas ha logrado la conversión en masa en países tan distantes y disímbolos como Corea del Sur, Filipinas, Ruanda, Nigeria y toda América Central.

Volviendo al tema de esperanza, los pentecostales hicieron un acertado diagnóstico de la precariedad económica de sus miembros e implementaron una esperanzadora “teología de la prosperidad”.

Dicha doctrina toca las cuerdas sensibles de los más necesitados afirmando que, si Dios es todopoderoso, no solo puede curar enfermedades sino también debe brindar prosperidad económica. Claro, para quienes han vivido en la miseria, la ilusión de poseer lo que tienen los ricos es como un cautivador hechizo.

Donde cuadra la estrategia ideológica es al condicionar ese favor monetario a una dupla de oración y diezmo. Ambos hacen eco de la arraigada dimensión sacrificial de los pueblos indígenas al ofrecer animales, ahora dinero, a los dioses a cambio de prosperidad.

En la “teología de la prosperidad”, el bienestar económico lo presentan como un reflejo de un Dios que premia y compensa el sacrificio del diezmo. Por supuesto que para muchos será más atractivo la riqueza en esta vida, que la promesa de pago en la siguiente, de ahí su popular sistema.

Como muestra un botón, en Colombia cada mes se reciben en promedio 89 solicitudes para la creación de nuevas congregaciones, sumando al día de hoy más de 5,000 iglesias evangélicas.

Más allá de su estrategia evangelizadora y su robusta solvencia económica, las iglesias evangélicas tienen otros puntos a su favor: se involucran en política y son preponderantemente mediáticas. Así es, muchas de ellas son dueñas de concesiones de radio y televisión y cuentan con cientos de emisoras en todo el mundo desde donde comparten su mensaje.

Por el lado político, en Brasil integraron el frente promovido por el Partido del Trabajo cuando ganó Lula da Silva y Dilma Rousseff y en Perú participaron en las campañas de Alberto Fujimori. En el caso del estado laico mexicano, la confraternidad de 7 mil iglesias cristianas participó en el partido Morena con candidatos laicos evangélicos para diputaciones y alcaldías.

Ante quienes dicen que la religión es anacrónica y debe reformarse, la estrategia protestante ha sabido leer las señales de los tiempos. El gran reto será buscar la unión de los 1,000 millones de protestantes agrupados en más de 34,000 denominaciones y participando en cientos de miles de templos, congregaciones y asambleas. Ya lo advertía el evangelista Marcos: “Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no podrá subsistir”.

*Director general del World Trade Center, Monterrey, UANL
 

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