DÍA DEL SEÑOR

Domingo IV Tiempo Ordinario. Ciclo C

“Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra” (Lc 4, 21-30) Por Carlos Poma
sábado, 29 de enero de 2022 · 01:31

El tema de la liturgia de este domingo invita a reflexionar sobre el “camino del profeta”: camino de sufrimiento, de soledad, de riesgo, pero también camino de paz y de esperanza, porque es un camino en el que está Dios.

La frase de Jesús: “Nadie es profeta en su tierra”, lo dijo en su mismo pueblo, Nazaret, no quisieron creer lo que acababa de decirles: que la profecía de Isaías sobre el Mesías se refería a Él mismo.

“Haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm”, le piden los habitantes de Nazaret. Esta es la actitud de quien busca a Jesús para contemplar su espectáculo o para resolver sus problemas personales. Supone la perspectiva de un Dios comerciante, a quien nos acercamos para hacer negocio con él. Y Dios no es un buen negociante.

¿Qué le sucedió a Jesús? Lo mismo que nos sucede a nosotros. Primeramente por orgullo y envidia no podían aceptar que uno de su propio grupo, de su mismo pueblo, pudiera destacarse más que ellos y mucho menos ser el Mesías; luego les demuestra con sucesos del Antiguo Testamento cómo Dios es libre de distribuir sus dones a quién quiere, cómo quiere y dónde quiere. Les recuerda el caso de la viuda no israelita, a la cual fue enviada el gran Profeta Elías

 

(1 Reyes 17, 7).
“Había ciertamente muchas viudas en Israel en los tiempos de Elías... sin embargo a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón”.

Pasó luego a recordarles otro hecho similar: la curación del leproso Naamán, que era de Siria, en tiempos del Profeta Eliseo
 

(2 Reyes 5).

El Señor quiso demostrarles que la gracia divina no era sólo para los judíos, el pueblo escogido de Dios, sino para toda persona, raza, pueblo o nación que le quisiera recibir. Para mostrar esto, Dios benefició en tiempo de los Profetas a gente que no pertenecía al pueblo de Israel.

Pero los de su pueblo se enfurecieron tanto con Jesús, que lo sacaron a de la ciudad con la intención de lanzarlo por un barranco, cosa que no pudieron lograr. Igual que a Jesús, también los que tienen la misión de anunciar la verdad han sufrido y sufrirán rigores similares.

El cristiano que vive y anuncia a Cristo es -como El- “signo de contradicción”. Nos toca remar contra la corriente: si vamos a seguir y a anunciar a Cristo, hay que estar dispuestos a aceptar críticas y también hasta persecuciones.

Jesús comprende bien ese rechazo y lo interpreta a la luz de lo que habían vivido otros dos grandes profetas, Elías y Eliseo. La actividad de ambos profetas se concentra en sus milagros realizados a favor de personas extrañas al pueblo de Israel.

De esa manera se da a entender que Jesús será rechazado por su pueblo y acogido por los paganos cuando les sea anunciada la buena noticia. Jesús es el profeta definitivo que hace presente la salvación de Dios y que renueva los grandes prodigios y milagros realizados por los profetas del pueblo de Israel.

El pueblo, sin duda, consideró a Jesús como un profeta, pero desgraciadamente siguió la tradición de rechazarlos porque eran personas incómodas, que le recordaban las exigencias del Dios de la alianza


. Curiosamente Jesús es rechazado, no porque anuncie amenazas sobre el pueblo, sino por anunciar la presencia de la salvación de Dios en su persona y actuación. Jesús es el profeta del Dios del amor y de la vida.

Que Dios los proteja, los bendiga acompañe siempre.

cpomah@yahoo.com

 

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