A MEDIA SEMANA

La máquina del mal

Por: Eugenio Reyes Guzmán*
jueves, 6 de enero de 2022 · 00:34

Se pudiera decir que hay productos, como los cigarros, que son intrínsecamente malos y hay otros que pudieran ser buenos y malos a la vez. Los dispositivos móviles, conocidos en son de broma como “máquinas del mal” por mis hijos y por algunos de mis alumnos, pertenecen a este ambivalente grupo. Por un lado, los útiles teléfonos celulares han cambiado radicalmente la forma en que las personas se comunican.

Ellos hacen las funciones de microcomputadoras, cámaras, relojes, brújulas, alarmas, agendas, cronómetros y muchas más. Por otro, son repetidamente la causa de un bajo rendimiento académico, un impedimento para el diálogo en la mesa, son culpables de una cuarta parte de los accidentes automovilísticos y proveen dopamina provocando una evidente adicción.

De hecho, en un estudio llevado a cabo en Inglaterra llamado “diferencia en la diferencia”, encontraron que restringir el uso de los dispositivos móviles incrementa el rendimiento de estudiantes de primaria por 6.4%, equivalente a una hora adicional de clases por día.

Hasta antes del COVID-19, la misma Organización Mundial de la Salud recomendaba limitar la exposición a las pantallas a solo una hora diaria para niños menores de cinco años. No es casualidad que Bill Gates, Steve Jobs, Evan Spiegel de Snapchat, Sundar Pichai de Google y muchos más, hayan delimitado en sus hogares el uso de tales dispositivos.

A ver, no es un tema menor, es un hecho que los usuarios tienden a sobreestimar sus capacidades de “multitask” y los riesgos a una sobreexposición son reales. El gran reto es tener la voluntad y la disciplina para usarlos con moderación. En ausencia de ella, hay empresas, escuelas y universidades que prohíben o restringen su uso en horas laborales o escolares.

Con una industria valuada en 409 millones de dólares y ventas anuales que superan los 550,000 millones de unidades, será una pugna perenne entre fabricantes de teléfonos “inteligentes”, proveedores de Internet y quienes advierten sobre el uso excesivo de los mismos.

Durante las últimas semanas se ha creado una enorme expectativa por un nuevo dispositivo móvil llamado Tesla Modelo Pi. Aunque no se tiene certeza plena, se rumora que el aparato tendrá diminutos paneles solares permitiendo que se cargue sin estar conectado.

Muy al estilo disruptivo de Elon Musk, su modelo Pi saldrá a la venta con una cámara cuádruple de 108 MP y a mitad de precio del IPhone 13. El empresario tiene en mente usar su novedoso celular como una bisagra que una las tecnologías de todas sus compañías: satelital, solar y espacial.

En paralelo con el nuevo teléfono, Elon Musk pretende lanzar un Internet satelital que alcance todos los rincones del orbe a través de una red de 12,000 unidades que orbiten alrededor del planeta. Naturalmente, con una velocidad de 175 Mbps, por lo pronto no podrá competir con la rapidísima fibra óptica o con la tecnología 5G, pero será cuestión de tiempo para que lo logre. En igualdad de circunstancias, Starlink, empresa escindida de SpaceX, será un serio competidor de todos los proveedores de servicios de telefonía móvil en el mundo. Tal vez se convierta en lo que las cámaras digitales fueron para el papel Kodak.

En fin, no sabemos cómo será la geografía de la industria digital y su alcance es hoy en día inimaginable. Lo que sí sabemos es que, para las generaciones nativas del Internet y los dispositivos móviles, difícilmente podrán voluntariamente acotar su uso. Al contrario, la dependencia humana ante dichos aparatos será cada vez mayor, integrándose a las personas cual tatuajes.

Sería totalmente injusto ver a los teléfonos móviles como un tema binario o maniqueo, ni son “máquinas del mal” ni deben ser vistas como si fuese un órgano más del cuerpo humano. Con el tiempo aprenderemos de los beneficios reales y haremos un recuento de los daños colaterales. Mientras tanto, todo será cuestión de una práctica prudente, de sobriedad en el consumo y de tener presente el riesgo de su uso irrestricto.

*Director general del World Trade Center, Monterrey, UANL
 

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