ANDANZAS ANTROPOLÓGICAS

Porcelana imperial rusa en Guadalupe

Por: John J. Temple SG*
jueves, 6 de enero de 2022 · 00:33

En 1987, la arqueóloga norteamericana Therese Adams Muranaka publicó en el número 14 de Estudios Fronterizos de nuestra UABC una investigación muy interesante por sus hipótesis, pero, más que nada, por sus objetivos.

Ella quería saber, a nivel arqueológico, cómo poder determinar, con la basura doméstica, la relativa etnicidad de algunos hogares de Guadalupe para saber si habían tenido predominancia rusa, mexicana o mestiza.

La población rusa había inmigrado ahí a partir más o menos de 1905, e incluso antes, y fue un grupo relativamente homogéneo de emigrantes rusos molokanos (una división de la religión ortodoxa rusa) que huía de la leva zarista, por ser una congregación pacifista.

Tampoco tenían sacerdotes, ni organización formal de la iglesia; era pacífica, sin diferencia de estatus y con cierta oposición al progreso material, aunque en algunos casos buscaron hacer entusiastas entre los comerciantes e industriales, pero aislados de comunidades ajenas a su ideología.

Este retraimiento provocó que, en 1937 primero, se justificara la dotación a un grupo de 58 ejidatarios mexicanos de tierras aledañas al poblado.

Sin embargo, el más drástico cambio fue en 1958, en vísperas de las elecciones presidenciales. Un grupo de tres mil invasores organizó tomas de terrenos privados para acelerar la reforma agraria, el 10 de julio de dicho año. La presión que se ejerció contra los colonos para que dejaran sus tierras, acabó con la utopía molokana, quedando apenas unos cuantos rusos y sus descendientes en la población.

La Investigación
Los molokanos llegaron a Guadalupe con lo más indispensable. Se distribuyeron linealmente en poco más de kilómetro y medio a lo largo de lo que ahora es la calle principal.

Su basura, como se hacía antaño, la depositaban en la parte trasera del asentamiento doméstico.

Los indicadores arqueológicos buscados eran relativamente sencillos. Mucha de la vajilla utilizada por los rusos era sencilla. Porcelana con flores, vasos de vidrio pequeños, garrafones para agua de grès y, sobre todo, el samovar para el té.

De lo que comían, y aprovechaban, había sobre todo carne de res y gansos. No comían animales de pezuña (como el cerdo), ni mariscos. Para los invitados, eventualmente, había chivos y borregos. De sus cosechas hacían un pan en sus propios hornos.

No se usaba adornos, joyería ni objetos cuya función fuera mundana. Ni espejos. El alcohol estaba prohibido.

Por parte del origen específicamente mexicano, podemos visualizar, a contrapelo, lo que podría indicar su manifestación: botellas de alcohol, vasos tequileros, restos de animales como el puerco y mariscos; molcajetes, botellas de salsa picante, fragmentos de espejos y joyería. También jarros de barro vidriado.

Se supuso que, a una mayor permanencia de la cultura molokana, mayor cantidad de objetos relacionados con ella, e inversamente, con la cultura mexicana.

Se hizo inicialmente una selección aleatoria de domicilios en los que se permitiera recuperar material de desecho para comprobar estas presencias, con el fin de poder contrastar lo dicho con el hecho. Del material recuperado se hizo una verificación, dando una fiabilidad relativa a lo declarado en las entrevistas. Fue interesante ver un tercer aspecto de mestizaje, que denotó la presencia de materiales molokanos y mexicanos en el mismo asentamiento.

Por último, el fragmento de porcelana rusa que se recuperó procede del terreno de la Misión de Guadalupe, que fue propiedad de la familia Samarin. Muestra el águila imperial rusa con la leyenda de la fábrica Kuznetsov.

*Investigador del Centro INAH-BC
 

 

...

Comentarios