Economía solidaria

Hablar del impacto de la pandemia en la sociedad, resulta agobiante para quien escucha o lee, las personas quisieran otros temas, soslayando lo fundamental.
La realidad que se vive quisieran fuera ficción o como muchos dijeron al principio, un juego de los poderosos en el mundo, una lucha de poder que finalmente pasaría y se pudiera volver a la realidad anterior, acabándose el juego. Sin embargo, para desdicha social se vive y vivirá a partir de ahora una cruda realidad.
Información de la asociación latinoamericana de micro, pequeñas y medianas empresas revela que al término de la crisis sanitaria en México, las mipymes habrán perdido alrededor de doscientos cincuenta mil millones de pesos.
De las cuatro millones y medio de empresas de este tipo, cien mil cerrarán sus puertas, lo que evidentemente generará desempleo y pérdida del ingreso en general. En este contexto, la innovación y el emprendimiento jugarán un papel fundamental en la reactivación económica y rescate de la economía de los mexicanos de más bajos ingresos.
Lo anterior no tiene que ver con programas de gobierno encaminados a apoyar a los ciudadanos, ni a los subsidios o sea dinero regalado; tampoco a las dádivas de asociaciones civiles que en actitud altruista favorecen a los más necesitados, porque finalmente unos y otros son temporales y dejan de ser eficaces en el momento que se suspende la asistencia.
Se trata en cambio de utilizar el ingenio para crear negocios, aunque pequeños, entendiendo esto como los mini negocios que a partir de la pandemia han surgido, en la ciudad y en el campo, como consecuencia obligada de la pérdida de empleos o cierre de otras pequeñas empresas.
Los mexicanos de más bajos ingresos tienen la esperanza de que el gobierno implemente programas para poyar a las mini empresas, como de hecho en el ámbito federal y local se hace, sin embargo, ello no es suficiente, ni eficaz para cubrir la auténtica demanda de impulso en este sentido.
Se necesita una red de promotores que identifique a los pobres con potencial productivo, que los ayude a organizarse generando negocios solidarios; esto es, que en grupos reducidos de cuatro o cinco personas o miniempresas, se apoyen, bien porque el conjunto sea un tipo de cadena de valor, denominadas también productivas o simplemente que sus negocios individuales sean complementarios.
Que estén en aptitud de ser avales unos de otros para que el grupo pueda avanzar y consolidarse, hasta llegar a un punto donde no se necesiten más entre sí.
Lo anterior se materializa mayormente en el financiamiento, como también en las compras consolidadas, o sea compras en colectivo para obtener mejores precios, precios de mayoreo.
En la zona rural la ley agraria contempla figuras asociativas que permiten concretar estos propósitos, por ejemplo, sociedades de producción rural, uniones de ejidos, asociaciones rurales de interés colectivo, así como las unidades agrícolas, industriales de la mujer campesina.
En la ciudad las cooperativas de producción y las de consumo y las sociedades de solidaridad social, que son figuras que, si bien contemplan las leyes, en la actualidad están prácticamente en desuso.
Desde el gobierno se podría impulsar un programa especial con despachos de consultoría para dos fines, uno de organización y otro de formulación de proyectos productivos, desde luego acompañados de garantías por parte del propio gobierno para que puedan iniciar o consolidarse los mini negocios.
Todo ello sin complicaciones burocráticas, se trata de reactivar la economía, no de poner obstáculos para el impulso.
Otra vertiente en la detonación de los micro negocios, pueden serlo las organizaciones no gubernamentales, que podrían trabajar en sustitución del gobierno con estos mismos fines.
Al final, la propia sociedad tiene que generar su reactivación o de lo contrario corre el peligro de aletargar el incremento del bienestar general.

*El autor es jurista y promotor de economía solidaria

Twitter: @ReyMagaa
Facebook: Rey Magaña

reyconosil@gmail.com