BARÓMETRO POLÍTICO

No se olvida

Por: Susana Silva Gallardo*
martes, 4 de octubre de 2022 · 00:00

Tristemente, para las personas mexicanas la palabra “violencia” es una con la que convivimos día con día, experimentándola en distintos grados y en distintos ámbitos. La violencia en el país no es tema de hace unos pocos años, sino que ha sido una constante histórica dentro del territorio y que, con el paso del tiempo, en sus distintos hitos, nos deja sucesos históricos que son necesarios conmemorar, sobre todo desde la crítica y la remembranza que dignifica, humaniza y visibiliza a sus víctimas. Por esto, no es extraño hablar de un 2 de octubre que, como se ha hecho costumbre, cada año mencionamos desde la indignación, desde la rabia y desde el hartazgo bajo el lema "ni perdón ni olvido".
Su marcha conmemorativa, la cual recuerda la tragedia a 54 años de aquella injusticia perpetrada en un oscuro 1968, se realizó como cada año en la Ciudad de México, donde, al tiempo que se recuerda a las víctimas de lo que no es menos que un atroz crimen de Estado, también se hace un llamado que exige justicia, resarcimiento y denuncia nuevamente este y otros casos, donde los Derechos Humanos se han visto vulnerados por el gobierno y sus instituciones. Esta fecha también está lamentablemente cerca de otra que ha tenido el mismo peso dentro y fuera de México, la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, sucedido el 26 de septiembre de 2014, hace ya 8 años.
En un país donde las vulneraciones de los derechos parecen ya estar a la orden del día, Tlatelolco y Ayotzinapa son como un paralelismo trágico, donde la verdad más clara es que el Estado, a través de sus administraciones e instituciones, sigue siendo un entramado cimentado en la violencia. Contradictorio en su esencia, el gobierno más allá de proteger a sus ciudadanos, reafirma con los años que los recursos y la fuerza que posee y con que podría hacer cumplir esta obligación esencial, fácilmente puede revertirse en contra de aquellos bajo su "cuidado". La cuestión se vuelve aún más enervante cuando este poder se ejerce en contra de quienes ante la injusticia, se reúnen para anteponer sus denuncias desde lo civil, desde la protesta y la manifestación y termina por criminalizarlos.
Paradójicamente, aunque mucho se habla de esclarecer estas tragedias, aunque mucho se alude al desmantelamiento de las "verdades históricas" construidas por los perpetradores y sus cómplices, el mismo par de brazos armados -el Ejército en unos casos, la Marina en otros- es el que pasea por las calles ahora, con más atribuciones que nunca. Por su parte, la indiferencia política y el encubrimiento siguen siendo el modus operandi de este y los gobiernos anteriores, palpable a través de la inacción en el procesamiento de presuntos implicados que tuvieron alguna participación directa o indirecta.
Mientras tanto, sigue sin conocerse el paradero de los desaparecidos de aquella tarde del 2 de octubre, así como los de la noche del 26 de septiembre, lo que alarga no sólo el duelo de sus familiares, quienes siguen luchando y exigiendo justicia por ellos, sino también del trauma colectivo y de la herida histórica que dejan, una herida que cada vez se hace más extensa y profunda a partir de la violencia perpetrada desde el proyecto necropolítico del Estado.

*Lic. en Relaciones Internacionales por el TEC de MTY campus Guadalajara

susanasilvag96@hotmail.com 

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