CONVERSEMOS

¿Será verdad?

Por: Ricardo Harte*
viernes, 18 de noviembre de 2022 · 00:00

Sigo terco en darle vueltas a esa sensación/convicción de que somos, los ciudadanos de a pie, constantemente, día a día, manipulados.
Manipulados por ideas, creencias, intereses, poderes fácticos, que se congregan alrededor del intento/necesidad/conveniencia de mantener el “establishment”, el “status quo” de nuestra forma de vida.
Es tan intrusiva esta manipulación, que nos convence de que la felicidad en la vida está íntimamente ligada a que todos los cambios, que sean convenientes, deben hacerse para que todo quede como está.
Una disciplina, vinculada a lo que estamos conversando y que reiteradamente he mencionado, es la Agnotología.
Para continuar con esa terquedad, vuelvo a presentar definiciones de ella.
“… La ignorancia es poder… y la agnotología es la creación deliberada de ignorancia”.
“Analizando la agnotología, descubrí el mundo secreto de la ciencia clasificada y pensé que los historiadores deberían haber prestado más atención a esto”.
“El memorando de 1969 y las tácticas empleadas por la industria tabacalera se convirtieron en el ejemplo perfecto de agnotología”, dice Proctor.
“La ignorancia no es solamente lo aún no conocido, es también una estratagema política; una creación deliberada de agentes poderosos que quieren que no sepas”.
A lo que comenta Roberto Proctor (profesor de Historia de la ciencia y de la tecnología en la Universidad de Stanford), se agrega: “En el caso del debate político se recurre a su absoluta degradación por medio de la retórica de la desinformación o hacer que el debate gire no en torno a unos datos, sino en torno a propuestas para cambiar esos datos y la realidad. Las “armas de distracción masiva” persiguen dos cosas:
Negar la credibilidad de las fuentes, por muy solventes que sean.
Negar los propios hechos.
El efecto combinado de estas dos estrategias es brutal: la producción intencionada de ignorancia que, todo sea dicho, necesita de la colaboración no sólo de políticos y publicistas, sino también de grandes medios de comunicación y periodistas bien conocidos, comprados o voluntarios, logra resultados, produciendo la llamada posverdad.
Nuestro cotidiano actuar nos impulsa, desde la más temprana edad, a clasificar al prójimo en “bueno” o “malo”. No hay grises, no hay traslapes de malignidades y virtudes. Seguimos comportándonos con los resabios más elementales de las tribus nómadas y clánicas en que todo lo desconocido, todo lo ajeno a lo que pienso y creo, es desconfiable (en el mejor de los casos) y es rechazable y deleznable en los casos extremos.
Hemos puesto un hombre en la luna, tenemos al planeta rodeado de satélites, se ha superado el telescopio Hubble y estamos descubriendo profundidades en el mar y en el espacio absolutamente sorprendentes, nos comunicamos en segundos con cualquier parte del planeta. 
El ser humano viaja en cohetes interespaciales y sigue cargando en su mochila mental, el marro y la piedra de las épocas pre históricas de su vida en el planeta.
Cada vez más nos parecemos a un ser irracional, con un arma letal en sus manos. Es impredecible, es peligroso, es incontenible. Es letal.
¿Y por qué sucede esto? ¿Por qué el bípedo mamífero racional más poderoso del planeta no es capaz de lograr un estadío de paz, de equilibrio con su entorno, de justicia?
La pregunta es simple y la respuesta no lo es.
Creo que la punta del iceberg es que hemos permitido que grupos minoritarios, audaces e inescrupulosos, tomaran el timón de nuestras vidas y desde esa posición nos presentan, constante, reiterada y cotidianamente, espejitos de color que nos hipnotizan.
Estos espejitos son la clasificación de lo bueno y lo malo. Espejitos en los cuales debemos creer, debemos actuar. Espejitos que nos moldean en nuestros valores. Espejitos que nos brindan el entretenimiento trivial minuto a minuto. Espejitos que nos manipulan y nos hacen felices porque derriban las incertidumbres de las dudas, de la curiosidad. 
El que piense y dude, es peligroso.
Cierro hoy con otra pregunta: ¿alguno de ustedes, hipotéticos lectores, han leído el proyecto de modificación del INE? ¿Alguno ha podido resumir cuáles son los motivos que nos arrastran hacia una marcha multitudinaria?
Yo no.

*Arquitecto y catedrático uruguayo radicado en México hace más de 50 años

ricardoharte@yahoo.com.mx 

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