CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Bellezas y horrores creadoras de su genio

Por: Rael Salvador
viernes, 29 de abril de 2022 · 00:00

El artista es un hombre –humano, demasiado humano– que eleva su condición de ignorante a la categoría de genio; descubriendo, estudiando, asimilando, repitiendo, desentrañando –integrando o desintegrando los elementos de la naturaleza– llega a convertirse en artífice y vocero de la creación.

De la materialidad circundante al formalismo, es decir del objeto al sujeto: de la recreación a la apropiación, tal como lo estipula Kant, ofreciéndole al artista, y a su mano transformadora, una veta ontológica.

La creación no es otra cosa que inspiración ciega que se disciplina en la neurosis, ajuste y descontrol –locura* o surrealismo, exaltados por otras etiquetas– que lo exilia de lo mundano y lo categoriza como rival de sus antecesores –por lo regular, maestros que, por encima de todos, trascienden el oficio–, quienes también gozaron y sufrieron este proceso de divinización y esplendor, de bellezas y horrores creadoras de su genio.

Por esta elevación, el artista es repudiado por sus congéneres, pues su condición de soledad creativa –confundida con egoísmo o miseria, y siempre temidas por el tirano– afecta su relación con los ciudadanos –quienes no se atreven a ser ni santos ni guerrilleros–, siempre ocupados en defender, desde la oposición, un programa político o ensalzar, desde la fe, una doctrina religiosa.

“La palabra del libre nace limpia, el oído del esclavo la ensucia”, solía repetir Facundo Cabral, exponiendo la corresponsabilidad ante toda la creación. Así, el artista trasmite sus hallazgos a través de su obra; sobre todo, a partir de la comprensión de su espectador: desinformado, promotor nato de obviedades o excentricidades; informado, justificando a Freud y a Lacan, y a tantos otros que basaron sus teorías en el discurso histórico del arte.

(“Fuera de la ocasional posesión de tales peculiaridades fisiológicas –afirma Herbert Read–, resulta evidente que el artista no configura un tipo psicológico separado. Hay artistas introvertidos y extravertidos; los hay esquizofrénicos y maníaco-depresivos. En realidad, cualquier tipo psicológico es potencialmente artista, y el reconocerlo así equivale a dar razón a Eric Gill cuando sostiene que todo hombre encierra en sí una determinada clase de artista”).

Cuando no ilusiones del hermetismo, asociaciones de lo ordinario: lo fácil ante el peligro de la enseñanza, arriesgando la consabida zona de confort, esa especie de ausencia de compromiso y relegación de conocimiento, que anula la solidaridad y confunde la prudencia con el temor, el amor con el sexo y las elecciones con la democracia.

Interpelar al artista es entrar en combate con la paz misteriosa de la caverna, templo iniciáticos de la humanidad. De Altamira y Lascaux, pasando por el Nilo, llegando al gran Leonardo, Miguel Ángel, Beethoven, Wagner, Nietzsche, Van Gogh, Rodin, Víctor Hugo, Baudelaire, Rimbaud, Joyce, Artaud, Picasso, Bacon, Beckett, Pink Floyd… la transmutación de la auténtica humildad del santo a la bestialidad de los demonios.

Ante ello, Shelley decía de los poetas algo muy propio de los artistas: son los “ignorados” legisladores del mundo. Porque la maestría del arte es ese lugar y ese momento en el que se ofrece el don, el genio, el duende –el “daimon”–, y quienes hacen que la fascinación y la armonía se presenten como un hecho donde la catástrofe, la desgracia y la muerte no tienen cabida: son los momentos inmortales de la humanidad y los que le dan relevancia a nuestro ser.

¡Para eso sirve el arte!
*Locos hay muchos; locos que dominan a la perfección una técnica artística, pocos

raelart@hotmail.com

 

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