CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

El bautizo profesional de un nombre*

Por: Rael Salvador
viernes, 5 de agosto de 2022 · 00:00

Recuerdo la primera vez que pude leer su nombre.
Digo “pude”, porque a los cuatro años me quedaba prendido, admirado con su imagen, una fotografía ovalada en blanco y negro, donde la juventud le regalaba el privilegio de un bigotito recortado, al mejor estilo de la época, entre la elegancia estirada de las letras que ahí se dibujaban.
Era la luminosidad de su título, que permanecía en la pared de la casa y que se encontraba escrito con una tipografía empuñada y precisa, donde se podía leer con distinción el bautizo profesional de su nombre: “Profesor Jesús Salvador Vargas Cota”.
Nombre, sustancialmente precedido por la responsabilidad cívica, moral y científica, que hace a un hombre sembrador de conocimiento y, a la vez, poseedor de la más dulce entrega pedagógica de tintes universales: la de ejercer, dentro y fuera de la escuela, en sus sótanos o en sus cumbres, en la ciudad o en la sierra, bajo el árbol o la enramada, sin luz eléctrica —pero, gracias a muchos como usted, jamás en sombras—, en plena tierra o sobre la elegancia de otros pisos, como… ¡Profesor!
Inserción laboral que, nada más ni nada menos, tiene como madrinas universales a la sabiduría, la humildad y la entrega.
Egresado de la Normal de la Paz, Baja California Sur, arribó a Ensenada para ejercer el dote de su satisfacción adquirida, en la Escuela Primaria “II Ayuntamiento” (que hoy lleva por nombre “Petronila Sández Ceseña”, en honor a la honorable, eficiente y tierna profesora de 1er año, para muchos la más querida, consultada y reconocida por varias generaciones).
Eran los años 60, revoltosos e inigualables, pletóricos ya de libertades y garantías civiles, donde las carreteras se encontraban franqueadas de olivos y el mar imitaba a Bach —cuando no a los Beatles—, tiempo poético y tecnológico donde el hombre pisó la Luna cuando nosotros pisábamos nuestra nueva casa en el Fraccionamiento California.
¡Cómo lo quiero, padre!. Lo veo y, entre más descanso mi juventud, siempre extemporánea, me dejo ir a la placidez de la vejez —sí, como alguna vez me preguntó: “¿Cómo te encuentras?”, y yo le respondí: “Más viejo, más sabio, más sano”— y me convierto en su consumado y magistral retrato.
La alquimia de aprender a… respetar —¡primeramente, antes que todo, sino nada tiene sentido!— y, muy despuesito, a leer, ¡qué maravilla! (Ya que fui instruido para los abecedarios a los cinco años, gracias a su amistad con la querida profesora Petronila, vecina del barrio.)
Y… ¿qué hacer con semejante regalo?
Sí, escribir y vivir: ¡Escrivivir! Algo que —tardíamente, por mi necedad— aprendí de usted. ¡Que continúo aprendiendo!
¡Gracias, Maestro!

*Palabras a la memoria de mi padre, Profr. Jesús Salvador Vargas Cota, quien vino al mundo, en la Paz, Baja California Sur, un 24 de diciembre de 1938, y se despide de él, el 2 de agosto de 2022, en la ciudad de Ensenada, Baja California. Descanse en paz.    

raelart@hotmail.com 

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