DÍA DEL SEÑOR

XIX Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo C

“Ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre” (Lc. 12, 32-48)
sábado, 6 de agosto de 2022 · 00:00

Por: Carlos Poma Henostroza

El Evangelio de este domingo, Jesús dirige a sus seguidores diciéndoles que Dios les promete un Reino que vale más que todo lo que tienen y para eso tienen que estar siempre listos, atentos a la llegada del Señor. Por eso, no pueden preocuparse con distracciones. El Señor ya está en ruta y a la hora menos pensado llegará. Los discípulos tienen que andar con fe, a pesar de la larga espera. nos invita a estar alertas, la actitud propia del cristiano es llevar el corazón al Cielo, donde está nuestro tesoro, la fe, tiene que estar puesta en aquello que no vemos, exige de nosotros que estemos atentos, ya que Dios nos dará lo prometido cuando menos lo esperemos.
En la parábola no pide estar con la cintura ceñida, que nos recuerda a la Pascua, cuando Dios mandó a los israelitas que comiesen el cordero así. Además, es el modo de vestir propio para el trabajo, la cintura ceñida para sujetar bien la espalda y poder llevar a cabo el trabajo en el campo.
La lámpara encendida nos recuerda la noche, momento en el que solemos dormir, despreocupándonos de lo que pasa a nuestro alrededor. Por ello, la lámpara encendida es signo de la vigilia, de la espera de aquél que puede llegar en cualquier momento, incluso a altas horas de la noche.
"Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará", nos ha dicho Jesús. A nosotros Dios nos ha dado la prenda de la promesa del reino: nos ha dado su palabra, que acabamos de escuchar, y nos ha dado la Eucaristía, su cuerpo entregado en señal del amor de un Dios que cumple siempre lo que promete.
Dios, nos ha entregado a cada uno de nosotros una responsabilidad: cualidades, aptitudes, capacidades para cultivar y usar, pero también para cuidar mientras Él regresa. No debemos dormir, ni actuar como el empleado infiel, sino hemos de estar vigilantes y despiertos y trabajar por hacer un mundo mejor. No por temor al castigo, sino por amor a Dios y por no defraudar lo que Él, espera de nosotros. El temor del Señor no es miedo, sino respeto y agradecimiento a Dios, que nos han entregado muchos dones y espera que los pongamos al servicio de los demás. Alguien dijo que su anhelo mayor es presentarse ante Dios con el corazón lleno de nombres: los de todas las personas a las que ayudó, sirvió y amó. Nuestro Señor desea que los talentos que nos ha dado sean multiplicados, y que cuando nos pida cuentas salgan favorables para su Reino.
Cada uno debe tener disponible su lámpara con aceite suficiente. El aceite hace referencia a la energía que mueve nuestro espíritu: la oración, los sacramentos. La tarea, por nuestra parte, no es más que la respuesta a un don que nos hemos encontrado entre las manos. Dios, nos entrega algo para que trabajemos. Hay personas que tienen gran influencia sobre los demás, otras son muy serviciales, otras, en cambio, son capaces de entregarse con heroísmo al cuidado de gente enferma, los hay con una profesión, con un trabajo, con unos estudios, con una responsabilidad concreta en la sociedad.
Un cristiano no queda en paz con Dios porque no haga daño a nadie. Un cristiano queda en paz con Dios cuando se esfuerza para que crezca un poco más en el mundo la esperanza, el amor, la fe. Si uno quiere ser fiel, sin duda se encontrará con momentos poco claros, y se equivocará probablemente más de una vez, pero Dios podrá decirle al final de su vida, que ha sido fiel en lo que Él quería: que los dones que Él ofrece a los hombres den fruto.
¿Soy consciente de lo mucho que he recibido de Dios? El solo hecho de tener la vida, es un don que ya hemos recibido. Sería bueno descubrir en cada uno de nosotros todo lo que produce vida, sólo así podremos ser agradecidos. Se nos va a exigir mucho, porque mucho es lo que hemos recibido. Esta es nuestra responsabilidad.
Cuando esperamos a alguna persona querida o importante nos preparamos para recibirle lo mejor que sepamos y podamos. Así, nuestra vida debe ser una continua espera vigilante. La vigilancia nos exige una continua preparación y una continua atención. Somos viajeros y caminantes que esperamos encontrarnos, al final de nuestro camino, con nuestra anhelada tierra prometida. Si nuestra fe es firme, también nuestra esperanza y nuestra actitud vigilante serán firmes y continuadas.
¿Estoy suficientemente atento y disponible para recibir y responder a las llamadas que Dios me hace y a los desafíos que me presenta a través de las necesidades de los hermanos?

Que Dios con su infinito amor y gracia, los bendiga, acompañe y proteja siempre

cpomah@yahoo.com

 

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