UNA MIRADA HACIA LA INFANCIA

Un mundo al descubierto

Por: Psic. Laura Beltrán Padilla*
jueves, 22 de septiembre de 2022 · 00:00

La formación de un niño se ve influenciada por la cultura que impera en una comunidad y país. Incluso en tiempos más democráticos se ha tenido que hacer presión social para que se abogue por los derechos de los niños y su accesibilidad a la salud, educación y a un entorno más seguro.
Las condiciones de muchos niños son un tanto dramáticas hoy en día por el aumento de hogares no funcionales, en donde, en muchos casos, los abuelos tienen que hacer frente a la crianza ante padres inestables: adictos al consumo de sustancias y adentrados en situaciones delictivas, pero sin deseos de rehabilitarse. Es difícil para los adultos mayores el llevar un duelo doble al ver a sus hijos cayendo en un abismo y por sentir la responsabilidad de un pequeño en riesgo y con alta vulnerabilidad.
¿Es un problema de salud pública? ¡Sí que lo es! Los niños son parte de nuestra sociedad y las políticas públicas y la economía no pueden solventar las dificultades por las que pasan tantas familias. Sí que se violenta a los abuelos, porque se les adjudica la responsabilidad de solventar gastos adicionales y, además, hacerse cargo de un pequeño a su edad. Un caso reciente fue el de una abuelita que me miró con desesperación y me dijo: "¡Es mi nieto! ¡No lo puedo abandonar! pero ¿qué hago? nadie de la familia se interesa por él, mi hijo está en un centro de rehabilitación y la madre en un reclusorio. Mi nieto no tiene la culpa". Y, acto seguido, solloza con cierta resignación.
Pensarán algunos que este caso es un efecto en cascada: "Seguro que esa abuelita no fue a su vez una buena madre y por eso su hijo llegó a ese estado". No necesariamente, es importante considerar que hay padres comprometidos y que intentan cubrir las necesidades básicas de sus hijos, pero por más que se esfuerzan, el hijo se va en picada. El ambiente familiar puede no ser la causa de su problema, puede deberse a traer un cierto código genético desde la concepción y desarrollar un desequilibrio emocional o alguna psicopatía por ello.
Realidad de muchas familias es la de dar abrigo a un menor por el abandono y negligencia de algunos padres de familia. Más difícil se torna entonces para los adultos cuando no se tiene el apoyo necesario por instancias gubernamentales, ya que no es suficiente el recurso humano para atender las necesidades cada vez mayores en salud mental de los más pequeños. Para que un menor sea atendido por una especialista, tiene que pasar por un proceso largo, pero, además, es poco el personal contratado en las instancias de salud pública y menos, el que hay para brindar servicios en psicoterapia infantil.
La sociedad civil sí que ejerce presión, ya que los niños tienen mucha necesidad de atención. Por ello, se requiere ampliar el horizonte político para que vea por los niños y por los más vulnerables. Un niño debe de tener posibilidad de mejores oportunidades, calidad de vida y su familia de recibir los apoyos necesarios para ayudar a amortiguar los impactos que puedan sufrir. Imaginen a los pequeños que tienen una condición especial o discapacidad, requieren intervención especializada en salud, lo escolar, lo ocupacional y lo social. Ese pequeño es parte de nuestra comunidad y país, segregado en muchos de los casos porque no hubo quien le ayudara a salir adelante.
En lo personal, he podido participar en foros en materia de derechos de la infancia y adolescencia, siempre inclinándome al área de la salud por mi experiencia laboral y, después de días de trabajo y análisis en grupo, elaboramos una minuta final con los puntos más relevantes para mejorar las áreas a tratar. Me tocó en una ocasión que acudiera la esposa de un presidente de la república y los participantes nos sentimos empoderados para abogar por que se cumplieran los derechos de los menores, pero al parecer todo se redujo a un crédito personal al dar cuentas públicas en su informe de gobierno, no tuvo mucho alcance.
Queda el esfuerzo de muchas personas comprometidas en el baúl de los recuerdos, pareciera que se archivara y traspapelara todo el esfuerzo de personas humanizadas. Escucho por otro lado, de manera constante, la lucha y esfuerzo de padres de familia y abuelos, un grito desesperado de: "¡Quiero ayudar! ¿cómo le hago? me siento rebasado o agotado ¿Qué pasará con mi pequeño nieto en 5, 10 o 15 años? Tengo 80, no me queda mucho tiempo de vida".
Es importante, por tanto, dar seguimiento a investigaciones formales en materia de derechos de la infancia para justificar una partida presupuestal que oriente los recursos que cubran las necesidades primordiales de los niños y las familias. El compromiso es de todos, del gobierno y la comunidad.

*Posgrado en psicoterapia de niños

laurabelpad@gmail.com 

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