CIENCIA Y DESARROLLO

Desastres e inteligencia artificial

Por: Dr. Gustavo Olague*
lunes, 20 de noviembre de 2023 · 00:00

La palabra desastre proviene del latín des (negativo, desafortunado) y astre (astro, estrella) que evoca un fenómeno desgraciado producido por los astros o los dioses y fuera del control humano. En la actualidad e independiente si se cree o no en Dios lo que sigue vigente es la idea de aquello en lo que no está en nuestras manos, ya que sobrepasa cualquier capacidad que se pudiera desarrollar, entiéndase la tecnología. El término catástrofe se utiliza como sinónimo y esta palabra procede del griego antiguo "katastoof" que, a su vez, procede de la unión de los vocablos "katá" en contra y "stpofn" volverse.
Un desastre es un evento inesperado que provoca la interrupción de los recursos y redes de apoyo social. Deja de haber transporte, comunicaciones, alimentación, vivienda y otras necesidades básicas, lo cual produce un desbalance emocional, físico y psicológico en las personas que quedan en una situación de intenso malestar. Aunque realicemos todas las preparaciones razonablemente necesarias para mitigar y responder ante la adversidad, por desgracia, nunca puede ser anticipada. El elemento de incertidumbre es sin duda el aspecto más desafiante, ya que independiente de la o las personas encargadas de diseñar o planear cada aspecto, es fundamental seguir normas para hacerles frente.
Los desastres producen la sensación colectiva de que la red de seguridad (tecnologías, instituciones) se ha roto. Existen dos tipos grandes de desastres: los naturales y los causados por el hombre. Ejemplos de los primeros serían: terremotos, huracanes, pandemias/epidemias, incendios, inundaciones, erupciones volcánicas, sequías, etc. Estos hechos ocurren independientemente de los seres humanos, aunque algunas condiciones pueden verse exacerbadas por el accionar humano. Algunos desastres naturales cumplen patrones cíclicos predecibles como la temporada de huracanes mientras que otros son mucho más difíciles de anticipar como los terremotos. Por otro lado, ejemplos de los segundos serían: atentados terroristas, accidentes industriales, accidentes aeronáuticos o de transporte, manifestaciones civiles violentas, artefactos explosivos, etc. Las acciones del ser humano que producen desastres pueden ser intencionales o accidentales y su denominador común es su vector de destrucción como la guerra. A medida que la tecnología aumenta la complejidad y capacidad de la acción del ser humano crea nuevas formas de vulnerabilidad tanto en sentido individual como colectivo. Este tipo de desastre se caracteriza porque sucede en general sin advertencia, produciendo un trauma e impacto en la sociedad, para lo que hay nula o escasa preparación, además de que producen perdidas mayores creando una sensación colectiva de falta de control. La vida diaria se ve afectada en cuanto a la privación simultánea de recursos básicos y previsión de lo que sucederá en el corto, mediano y largo plazo. La percepción de la sociedad sobre el evento es fundamental porque no es lo mismo si este es accidental o intencional; en otras palabras, si es producto de una falla como el descarrilamiento de un tren, o producto de un atentado con bomba.
Los desastres tienen fases bien identificadas que son: la advertencia, el impacto, el rescate, la luna de miel, la desilusión y la recuperación. Estas fases previsibles que ayudan a identificar el comportamiento de los afectados y del personal de respuesta constituyen aspectos donde la tecnología puede ayudar en el trabajo bío-psicosocial que ayude a solventar cada etapa. Es por esto que se necesitan de fondos económicos para implementar programas e instituciones que estén listas ante desastres y que sirvan en el reparto efectivo de servicios de urgencia con el objetivo de alcanzar la fase de recuperación lo más pronto posible. Las etapas enunciadas tienen nombres que se explican por si solos. Si acaso aclaramos aquí lo que se entiende por la luna de miel: es la etapa donde la población recibe atención por parte de las autoridades incluido el periodismo, que sin embargo termina tan pronto como surja otro fenómeno.
 A manera de conclusión podemos resaltar que el uso de la tecnología tendrá un alcance limitado que puede mejorar en tanto se regulen las actividades que produzcan soluciones para cada etapa y en tanto existan instituciones que garanticen su correcta implementación más allá de la voluntad de aquellos que detentan el poder.

*Investigador Titular D, Cicese  olague@cicese.mx 

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