DÍA DEL SEÑOR

V Domingo Tiempo Ordinario Ciclo “A”

Por: Carlos Poma Henostroza
sábado, 4 de febrero de 2023 · 01:52

“Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor?” (Mt 5, 13-16)
En el Evangelio de hoy, Jesús nos dice que tenemos que ser "sal" y "luz del mundo". La sal era un elemento tan importe en la sociedad romana que, hasta la palabra "salario" se derivaba de la costumbre romana de pagar a los soldados con una ración determinada de sal. La sal era necesaria para evitar la corrupción de los alimentos y para darles sabor.
Este ingrediente en la actualidad es sumamente importante para sazonar los alimentos. Pero también se necesita mucha experiencia y buena sazón para saber las cantidades exactas de sal que deben de usarse para no arruinar la comida y obtener un platillo exquisito. "Saber" aquí también es "sabor". Cuando faltan el saber y el sabor, los alimentos se convierten en platillos insípidos. Jesús usa a la sal como un ejemplo explícito, y al mismo tiempo la usa como una imagen metafórica que simboliza la acción de todos los que aman a Dios y dan sabor y saber al mundo. "Ustedes son la sal del mundo".
En la antigüedad la sal nunca se tiraba, porque era sagrada. La sal tenía un gran valor, ya que no sólo se usaba para cocinar, sino para secar carne y conservarla por largo tiempo, para desinfectar, etc. En los tiempos de Jesús la sal era considerada como un don sagrado, con un uso que brinda beneficios. Por eso, cuando Jesús compara a sus seguidores como la "sal del mundo", nos dice que los que aman a Dios y a su prójimo se convierten en el don para el mundo, un deleite compartido.
Tenemos en nuestras manos la SAL del amor y la LUZ de la fe. Nos las ha dado Dios para hacer maravillas en nuestro mundo, ayudando a los demás, buscando el bien común y poniendo a Dios por encima de todas las cosas, primero en nuestra vida y después en la de los que nos rodean.
Que brille nuestra "sal" (amor) y nuestra "luz" (fe) delante de la gente, para que, viendo el bien que hacemos, alaben a Dios. Es grande la confianza que Dios pone en nosotros, para que "brillemos", frente a otros que viven en "oscuridad". Tenemos una gran responsabilidad, como la de quien recibe unos talentos, que siempre son para el bien común. Hemos de cuidarlos y hacerlos crecer.
¿Dónde hace falta ser "sal" o "luz"? ¿Dónde hago falta yo? ¿Dónde hace falta mi amor y mi fe? Nuestro mundo nos necesita, nos necesita a todos los cristianos, que nos hagamos presentes en la sociedad sin perder nuestra identidad cristiana, sin esconder nuestra condición de seguidores de Jesús. Si nos conformamos con ser cristianos solo aquí, dentro del Templo, dejaremos de ser la luz del mundo. Si reducimos nuestra fe al "salero" de nuestra vida privada, seremos una sal que ya no da gusto.
Hay un detalle en que Jesús advierte a sus seguidores. "Si la sal se vuelve sosa, ya no sirve para nada". Si los discípulos pierden su identidad evangélica, ya no producen los efectos queridos por Jesús. El cristianismo se echa a perder. La Iglesia queda anulada. Los cristianos están de sobra en la sociedad.
Pero no solamente somos sal, Jesús nos dice que somos también luz de mundo. Dios es la luz, nosotros somos hijos de la luz, la luz de Cristo debe iluminar nuestro caminar hacia el Padre.
La luz de Cristo no sólo debe iluminarnos a nosotros, los cristianos, sino que nosotros, los cristianos debemos iluminar con nuestra vida a la sociedad en la que vivimos. Todos sabemos que la luz sirve para dar claridad. Los discípulos iluminan el sentido más hondo de la vida. Por eso, no han de esconderse. Tampoco han de actuar para ser vistos. Con su vida han de aportar claridad para que en la sociedad se pueda descubrir el verdadero rostro del Padre del cielo.
Que Dios Padre Todopoderoso, los bendiga hoy, los acompañe y proteja siempre.

cpomah@yahoo.com 

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