MUJER Y PODER
El deterioro político
Por: Natalia Vidales de Bitterlin*Muy lamentable fue que, esta semana, la Suprema Corte de Justicia de la Nación no lograra detener la nociva Reforma Electoral, iniciada por el expresidente López Obrador e impulsada ahora por la nueva mandataria Claudia Sheinbaum.
Lo anterior, por cierto, le ha acarreado un sinfín de críticas adversas apenas al inicio de su mandato, cuando el propio coordinador de los diputados de Morena, Ricardo Monreal ha tenido que salir en defensa de la presidenta por la, dijo, "inadmisible embestida mediática y digital por la reforma al Poder Judicial, algo inusual al inicio de cualquier periodo gubernamental y que ha resistido estoicamente". ¡Pero nomás eso nos faltaba, que ahora resulte ser ella la perjudicada!
Como es del conocimiento público, el voto en contra del proyecto -que anularía la reforma- de un Ministro traidor fue suficiente para que se convirtiera ya en ley irrefutable, aunque todavía están pendientes de resolverse, en un sentido o en otro, amparos individuales; así como el recurso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para revertirla.
Mientras millones de mexicanos no entienden todavía el alcance de este atropello morenista, lo cierto es que tarde o temprano se verán afectados por ella, entre otras razones porque nadie podrá ya demandar los abusos del gobierno en contra de los derechos humanos y de las garantías constitucionales de los ciudadanos.
Pero si esta situación es preocupante, no lo es menos el deterioro moral y ético en que han caído quienes hoy llevan las riendas del país.
Tanto en el ámbito gubernamental, como en el legislativo, vemos a diario acciones y discursos vergonzosos e indignos. No hay ningún respeto ni en la tribuna presidencial ni en la del Congreso de la Unión.
Quienes deberían de guardar compostura y ser ejemplo de recato y educación, se han convertido en seres grotescos y repudiados por el comportamiento vulgar y agresivo que los ha caracterizado.
En el Congreso, se han apropiado de las curules personas sin escrúpulos ni educación, convirtiendo el espacio en una función de circo y llevando al deterioro a la máxima institución legislativa de nuestro país.
Aunado a eso, cuando pensamos que ya nada podría asombrarnos, sale la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Piedra, con otra desfachatez al llevar una carta apócrifa de recomendación -nada más y nada menos que del obispo José Raúl Vera-, misma que presentó ante la Comisión de Justicia para ser incluida de nuevo en la terna de aspirantes a la presidencia de la CNDH. El obispo, desde luego, negó de inmediato la autenticidad de la misiva.
Con chapuza, pues, pretende continuar en el cargo -al que llegó por cierto de manera ilegal. Pero, además, ha sido un cero a la izquierda y su logro, al frente de esa anteriormente honorable institución, ha sido restarle credibilidad y casi desaparecerla. En alguna caricatura por ahí un ciudadano le pregunta a otro que si sabe dónde queda la CNDH.
¡Y todavía hace el intento de reelegirse!
Nos duele en verdad que mujeres que han llegado al poder tengan ese reprobable desempeño y que su comportamiento, además de deshonesto, sea tan vulgar como lo que vemos de morenistas en la tribuna. Quizá se deba a lo que la exitosa abogada laboralista y exdiputada federal Susana Prieto Terrazas, quien rompió con Morena, señala en el sentido de que gran parte de los y las morenistas hoy en el Congreso "nunca habían tenido nada" y ahora "defienden en tribuna cualquier aberración que se les ordene".
Parece que lo único que nos queda por hacer a los ciudadanos de bien es observar con tristeza este deterioro y ver caer a nuestro querido país en un profundo hoyo del que no habrá salida al menos en el corto y el mediano plazo. Pero tomar esta actitud es rendirnos siendo que hoy, más que nunca, deberemos alzar la voz y señalar una y otra vez -y con fuerza-, esas fallas terribles de quienes se han enquistado en el poder. Es lo menos que podemos hacer, mientras llega el 2027 en que nuevamente habrá elecciones para el Congreso y entonces podamos revertir los nocivos efectos de la nueva hegemonía política en nuestro país regresando a la división y el equilibrio de los poderes públicos.
*Periodista y activista social. Fundadora de la revista Mujer y Poder
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