CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA

Si no tienen gasolina, que usen el coche eléctrico

Por: Rael Salvador
viernes, 24 de mayo de 2024 · 00:00

I
Tiempo de escasez y salvedad irónica, momento más que apropiado para recordar a la frívola María Antonieta de Austria -consorte, en 1770, del futuro Luis XVI de Francia-, joven reina quien sugirió al campesinado desharrapado y hambriento que "si no tienen pan, que coman pasteles".
Ante el supuesto desabasto de gasolina en el Estado de Baja California, cabría, en este momento, parafrasear la superficialidad de la guillotinada en boca de nuestra mandamás: "Si no tienen gasolina, que usen el coche eléctrico", sin dejar de observar aquello que apuntó Marx: "La Historia se repite dos veces: la primera como tragedia, la segunda como farsa".

II
Las palabras brotan con la dulce savia de la flor indígena, Xanic, y los viñedos se expanden como una multiforme galaxia de racimos donde las uvas son pequeños sistemas solares que danzan sus destellos verdivioláceas en la cosmogonía prudente de la gravedad cero... En la película "Clown" -la memoria en juego, intentando vagabundear el vino- escuché a la decorosa ansiedad de Fellini interrogar a un viejo maestro de la lente sobre la vida trágica de algunos payasos memorables: Rastelli, Porto, Pipo... Y le instaba: «Háblame, coméntame algo de Rhum». Y el fotógrafo, acariciando las imágenes del recuerdo, ya roídas por los desánimos químicos del fijador, le contestaba: «Hacía reír mucho, sí. En el Medrano... Cuando salía del Medrano, no conseguía hacer reír a nadie... Era un borrachín. Cada noche vaciaba una botella de vino tinto mientras se maquillaba... De verdad... Muchas noches sus compañeros tenían que sujetarlo por el brazo, de lo contrario se hubiese caído... Pero después se le pasaba... Luego salía airoso. Sí, hacía reír mucho; lo recuerdo». «¿Y por qué bebía de esa manera?», interrogó el autor de "Amarcord". «El amor... Disgustos amorosos», le contestó nostálgicamente el viejo fotógrafo a Federico Fellini: «Estaba locamente enamorado de una acomodadora de teatro. Más fea que el hambre. Ella le engañaba. Le decía: "¡Qué feo eres!". Y él, EL GRAN RHUM, se entristecía y se embriagaba en grande, como su nombre lo indicaba en marquesina».

III
La contemplación del vacío se alimenta de la meditación ante el libro. Me gustaría llegar a esa edad en la cual todavía la literatura se torna un salmo o una oración concedida por la experiencia. Arrojarme a las páginas -como el nadador de Paestum- y aún deslumbrarme ante los fogonazos de las letras y las galaxias, la sonoridad de un tiempo para todos y los diálogos que tuve con civilizaciones influyentes; detenerme con los años donde otro juega a ser hombre, ama, fracasa de gozo, se levanta y entrevé el fin de la existencia; constatar que lo humano se colma en los detalles de la introspección y, en ese foso profundo -humo que se disipa ante la mirada-, comprobar una vez más que todo se vuelve luminoso en el ejercicio de la reflexión. De rodillas ante un templo llamado biblioteca, conviene que la naturalidad del saber -sí, saber que toda hora es próxima- nos acerque a la tierra, mientras el espíritu heredado de Platón pervive intocable en los cielos de la emotividad permanente.

raelart@hotmail.com 

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