LA VERDAD SEA DICHA
Los desamparados
Por: Guillermo Hurtado AviñaA finales de 1961 me fui a vivir a la ciudad de Cuernavaca, con el propósito de ingresar a la Universidad de Morelos. La ciudad me encantó, estaba construida al estilo colonial, de manera que todo lo que vi era nuevo para mí.
Pero una de las cosas que más llamó mi atención, fue ver a un gran número de personas pidiendo limosna, principalmente en las afueras de la catedral, sobre todo los sábados y domingos.
Mi sorpresa fue porque aquí en Ensenada, mi ciudad, no se veía a personas pidiendo ayuda económica en las calles.
Desde muchos años atrás había llegado gente del sur, sureste, del país, que se fue derechito a San Quintín y a Colonia Guerrero, con el ánimo de establecerse y ponerse a trabajar. Esas personas venidas de otras partes, con el transcurso el tiempo, fueron las que, realmente, poblaron esa región, que hoy está convertida en municipio.
Pero años después, muchos años después, vinieron otras personas, o las trajeron, con la intención de dedicarse a pedir ayuda, limosna pues. Todo hace pensar que esas personas fueron traídas por alguien, o algunos, con la intención de explotarlos, haciendo que las mujeres pidan ayuda, cargando en su espalda un niño de dos o tres años, para que parezca más triste su situación; otros, por su parte, ofrecen paletas y mazapanes, cuando su intención no es venderlos, sino que se les den una ayuda económica.
¿Cómo puede creerse que esas personas se hayan podido trasladar por su cuenta de la parte sur a la parte norte del país, si puede apreciarse fácilmente que no cuentan con nada de dinero?
Y aquí viene otra pregunta: ¿por qué ninguna autoridad ha hecho algo para ayudar a esos mexicanos, que fácilmente se ve que están sufriendo?; la respuesta es simple, ninguno de esos seres que batallan para lograr vivir un día más, votan en las elecciones, por lo que consideran que no tiene caso dedicarles un poco de atención.
Entre todas esas personas en desgracia, se encuentran viejitas, viejitos, discapacitados, que se ven obligados por su necesidad, a salir a la calle a pedir ayuda.
La autoridad debiera acercarse a ellos, para preguntarles si tienen dónde vivir; si tienen familia, hijos, hermanos, o alguien que, por ley, esté obligado a prestarle ayuda. Si resulta que sí tienen a alguien que esté obligado, ver la manera de aplicarles la ley; si resulta que no, proceder a incorporarlos a algún lugar adecuado.
Pero no, el DIF, por ejemplo, sólo ayuda a quienes no necesitan mucha ayuda, en realidad, y a quienes pueden emitir un voto a favor del candidato, que postule el partido a que pertenece la autoridad. Es decir, si no hay voto, no hay ayuda.
Sea como sea, lo cierto, lo único cierto, es que la autoridad está obligadísima a prestarles ayuda, voten o no, a todos aquellos que la necesiten, porque si no lo hace, ni tapa los baches, entonces para qué demonios sirve. ¡AUTORIDAD!, ¡NO LOS DESAMPARES! ¿ESTAMOS?
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