¿Perdimos el rumbo?
San Diego, California - La semana pasada tuvimos un sueño feliz como hacía mucho tiempo no ocurría.
El sueño nos transportó al pasado lejano cuando en nuestro país la gente disfrutaba de una vida tranquila, en un ambiente de paz, trabajo y concordia.
Nos recordó los años sesenta cuando en mi barrio no había rejas, bardas, guardias, alarmas ni cámaras para vigilar a posibles delincuentes.
En el sueño revivimos aquel mundo casi mágico cuando jugábamos en la calle hasta altas horas de la noche sin peligro alguno y cuando solo se robaban bicicletas y cuando los únicos agresores eran perros callejeros o mal cuidados.
Soñamos también que los jóvenes estudiantes se rebelaban contra las autoridades de México para solicitar democracia y participación política, y que los gobernantes respondían con diálogo y atendían sus demandas a pesar de voces que incitaban a la represión.
Los jóvenes participaban en las decisiones de universidades, preparatorias y centros culturales del país, incluso el gobierno impulsó un partido para las juventudes de aquella época.
Soñamos que los estudiantes mexicanos optaron por dedicar toda su energía al estudio y rechazaron por convicción el uso de drogas, alcohol y otras sustancias de moda en aquellos años.
Soñamos que alcaldes, gobernadores y presidentes de la República cumplían cabalmente con sus responsabilidades y que una vez terminados sus periodos regresaban a sus trabajos de origen sin más recursos que una pensión modesta y sensata.
Y si alguien se atrevía a pasarse de listo y quería apropiarse de terrenos públicos, obtener permisos de alcohol o exigir “mochada” por alguna obra pública, terminaba invariablemente en la cárcel purgando una larga sentencia por corrupción y abuso de poder.
En el sueño advertimos que los líderes obreros y campesinos estaban dedicados al trabajo honesto y que no andaban tras la búsqueda de cargos públicos ni de contratos mal habidos.
También soñamos que en los años ochenta se realizaron acciones determinantes que llevaron a México a un desarrollo estable y perdurable. Fue destituido entonces un presidente por intentar apoderarse de la banca mexicana y por construir con dinero público una mansión, además se encarceló a un Secretario de Gobernación al fraguar un fraude electoral por la vía cibernética.
Y mientras el país marchaba asombrosamente en lo económico y lo social, soñamos que en los años noventa se fortalecían los órganos de justicia y de seguridad con leyes firmes y rigurosas.
Se prohibieron de tajo los casinos, palenques, hipódromos y todo tipo de tugurios que servían de guarida para la delincuencia organizada y para el lavado de dinero de empresarios y funcionarios públicos.
Soñamos que México entero aplaudió el esclarecimiento de crímenes de cardenales, candidatos presidenciales, periodistas y empresarios que habían sido planeados por políticos que buscaban apoderarse del país a través del crimen organizado. Gobernadores, secretarios de estado, generales, procuradores y hasta un presidente de la República terminaron en prisión condenados a cadena perpetua.
La parte final del sueño fue fantástica. México se convertía en un país rico y desarrollado, sin desempleo, con un sistema legal eficiente y en donde políticos, policías y jueces combatían sin tregua a delincuentes que a toda costa querían corromper al país, considerado entonces como la Suiza de América.
De pronto despertamos con una noticia que nos estremeció como amarga pesadilla. Más de cincuenta personas habían sido calcinadas a sangre fría en un casino de la ciudad más avanzada y adinerada del país.
Lo peor es que nadie se explicaba las razones de tanta maldad, tampoco el porque las autoridades lo habían permitido y menos que el inmueble operara sin los mínimos requisitos legales, con permisos bajo sospecha y cuyos propietarios estaban ligados a los círculos del poder.
Intentamos retomar el sueño, pero resultó imposible. La terrible realidad invadió nuestra mente y desde entonces no encontramos sosiego. Deseamos una salida viable para nuestro vapuleado México y no la encontramos. No queremos llegar al extremo de lo ocurrido con el periódico sensacionalista News of the World que fue cerrado con una frase lapidaria: “Perdimos el rumbo”.
¿Estamos a tiempo para regresar al sueño feliz que todavía tenemos muchos mexicanos o de plano se extravió el rumbo y se requiere comenzar de cero?
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