AJEDREZ PÚBLICO

Criminalidad pública

Por Alfonso Torres Chávez
domingo, 12 de noviembre de 2017 · 00:00

La primera pregunta a responder para entender la dinámica de la criminalidad que sufre Ensenada se topa con pared: no sabemos qué es lo que nos está pasando. Ensenada se caracterizó durante muchos años por su ambiente tranquilo y el amplio conocimiento de los unos con los otros.

Los problemas que seguridad se dan con el crecimiento de las ciudades. Los secuestros, los homicidios y otros delitos que se dan en la ciudad tienen que ver con la valía del crecimiento demográfico.

En la década de los años 50 en uno de sus trabajos el doctor Alfonso Quiroz Cuarón relacionó el crecimiento poblacional con la frecuencia delictiva.

Hace algunos meses, realizamos una investigación sobre las condiciones de las prisiones en el estado de Baja California.

En el estado, en prisiones como las de las ciudades de Ensenada y Tijuana ya están rebasadas.

Don Constancio Bernaldo de Quirós, en su Tratado de criminología, nos dice que el crecimiento de las ciudades es uno de los factores que inciden en la frecuencia de la comisión de los delitos.

El sistema penitenciario de acuerdo con el artículo 18 constitucional debe servir para reinsertar al sujeto, capacitarlo para el trabajo.

Desde los primeros años del penitenciarismo se ha pensado en un sistema diseñado para rehabilitar.

Pero la miscelánea penal nos descompone todo el escenario. Leyes como la del sistema integral para adolescentes envían por la borda el sistema de clasificación criminológica que debía existir.

Sin clasificación nada es posible. Es por ello que el sistema penitenciario mexicano se ha convertido en una cloaca donde va a dar toda la porquería del sistema.

Algunos partidos han presumido iniciativas como la de cadena perpetua, pero saben de penitenciario lo que un abogado sabría de física nuclear: Nada.

En derecho penal todo se mide en años de prisión, pero el problema es que iniciativas legislativas que se convierten en leyes como estas, no nos llevan a ningún lado.

Si el sistema no clasifica, nada es posible. En México solemos seguir la clasificación de “Chicoché”, el cantante guapachoso: los nenes con los nenes, las nenas con las nenas, pero eso no nos sirve en la práctica de un sistema que ha demostrado su ineficacia desde el momento que se utiliza una clasificación así.

El cambio en el sistema tiene que ver con iniciativas legislativas que se distingan por su brillantez e inteligencia.

La peligrosidad es un término que asusta en criminología, pero es básico para poder clasificar: si no aprendemos a hacerlo, los motines en las cárceles mexicanas seguirán siendo el pan nuestro de cada día.

La responsabilidad del Estado está en juego.

alfonsotorr@gmail.com
 

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