AJEDREZ PÚBLICO

Otros amaneceres

Por Alfonso Torres Chávez
domingo, 25 de febrero de 2018 · 00:00

Ensenada, B. C.

Hemos sido tolerantes, hasta excesos criticados, y no podemos permitir ya que se siga quebrantando irremisiblemente el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo, dijo el presidente Gustavo Díaz Ordaz en la coyuntura del movimiento estudiantil de 1968.

Díaz Ordaz era víctima de sus propios demonios. En las postrimerías de su sexenio, se descubrió el ritual del tlatoani, Luis Echeverría era el tapado.

En 1970 Díaz Ordaz arribó al estadio azteca para inaugurar el campeonato mundial de futbol.

Díaz Ordaz vivió atormentado por sus problemas gástricos hasta el final del sexenio. Murió de cáncer de colón en 1979.

Los testimonios del 2 de octubre marcaron el sexenio de Díaz Ordaz, que tomo las manifestaciones juveniles con reserva, la de aquel que tiene un inquina hacia todo aquello con olor a juventud.

Mientras el presidente era incapaz de escuchar las voces de los disidentes, solucionó el problema encerrando a los líderes estudiantiles en la cárcel de Lecumberri, donde personajes como Eli de Gortari o Luis González de Alba fueron a parar después del 2 de octubre.

El encierro de González de Alba quizá haya provocado la persecución permanente de este contra la escritora Elena Poniatowska, autora de uno de los éxitos editoriales producto del movimiento de 1968: La noche de Tlatelolco.

El libro fue un fenómeno y quizá por ello González de Alba nunca pudo perdonarle que mientras estuviera preso por ser parte del CGH por la Facultad de Psicología, Poniatowska nunca estuvo presa ni cosa por el estilo.

El movimiento del 68 es el antecedente directo que hoy permite a la sociedad gozar de una democracia de base, en la que es posible expresar ciertas posiciones políticas sin terminar en una celda.

Es el movimiento de 68, la base para la apertura democrática del país, que estuvo regido por un partido único durante 70 años después de la Revolución.

Su organización fue tan perfecta que es memorable aquella discusión entre Octavio Paz y Mario Vargas Llosa cuando el nobel peruano se atrevió a señalar que México era una dictadura perfecta, pues el cambio presidencial se daba solamente en la figura del presidente que emanaba por tradición histórica del mismo partido.

Es gracias al movimiento del 68, que hoy gozamos de la libertad política con la que soñaron nuestros abuelos y que ese juego democrático que hoy es tan común para los jóvenes es producto de líderes estudiantiles, cuya libertad fue sacrificada por un ideal de democracia que con el paso del tiempo se ha perfeccionado.

alfonsotorr@gmail.com
 

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