Columnas

Andanza Antropológicas: Conflicto y mediación;

una reflexión inicial hacia la educación para la paz
jueves, 11 de junio de 2015 · 00:00
Por: M.E. Marion G. Vomend Teuscher
 
 
Desde una perspectiva de sistemas, podemos definir a un conflicto como un desbalance que sufre una economía, el cual compromete el buen funcionamiento de ésta durante un determinado tiempo. Si un sistema está bien equipado con mecanismos regulatorios, éstos entran en acción conforme reciben señales de que se han detectado situaciones de compromiso. En algunos sistemas, como los organismos vivientes, esto sucede en una maravillosa armonía junto con una infinidad de otros procesos fisiológicos. En la mayoría de las ocasiones, se recupera el equilibrio y además, se genera un aprendizaje que permitirá enfrentar exitosamente situaciones similares que surjan en un futuro.
Todo ello, con la finalidad de que prevalezca una continuidad en el buen funcionamiento del organismo.
Un determinado grado de "conflicto" -llamémosle un desafío bien dosificado- ayuda a crear defensas y memoria en un organismo. En un ecosistema, también es parte de su dinámica y evolución. En una persona, ayuda a desarrollar patrones de pensamiento creativo y a aprender a solventar ciertos niveles de frustración. Sin embargo, un grado de desafío que sobrepasa la capacidad de respuesta por parte del individuo desafiado, puede originar estrés excesivo y prolongado, que por su lado, puede derivar en adicionales descompensaciones.
¿Qué pasa cuando el desafío sobrepasa las capacidades para responder ante él, es decir, para detectarlo, evaluarlo, enfrentarlo y resolverlo? En el caso de un paciente, puede ayudársele con una serie de estrategias de diagnóstico y certeras terapias de apoyo. Ante una máquina que no funciona, muchos usuarios, semialfabetizados en lo tecnológico, recurrimos desesperadamente a un profesional en el área para que nos solucione el problema, ya sea con maniobras de mantenimiento, de actualización de datos, la reposición de un componente, etc., hasta con un reformateo de la computadora. Tanto el paciente por un lado, como el usuario de la máquina por el otro, requerirán con frecuencia tomar conciencia de lo que pasó y cómo pasó, para que no vuelva a suceder.
Pensar en analogías como las anteriores, nos sirve para establecer similitudes y diferencias con los conflictos sociales en el ámbito humano, de índole muy diversa y a veces sumamente complejos. ¿Por qué es tan difícil resolver conflictos laborales, familiares o vecinales y a veces, pensando que se ha progresado, con algún pequeño detalle parecemos haber regresado al punto de partida del problema?
Aparte de la naturaleza de los vínculos afectivos que con frecuencia existen entre algunos integrantes del escenario de conflicto, es común que no exista siquiera conciencia de que se está envuelto en una situación de conflicto, de la magnitud de la situación, o de factores circunstanciales o ambientales que la están alimentando y agravando.
Existen incluso escenarios en los que los conflictos sociales se convierten en un verdadero negocio, donde el boicot a los deseos y acciones conciliatorias, así como la creación y gestión de situaciones detonantes, generan una ventaja para otros, ya sea económica y/ o de otra índole. Esto complica la constelación de componentes de un conflicto y hace que los esfuerzos de resolución deban ser mucho mayores. 
Tal vez alguien que desempeñe el rol de mediador/ a, con cierto perfil y preparación, ayude a obtener conciencia de "qué pasó y cómo pasó", y mejor aún, a prevenir las situaciones problemáticas en el futuro. Esto último sin embargo, si estamos dispuestos a educarnos para la paz. Si el público lector lo permite, podremos profundizar en este tema en una siguiente ocasión.

*La autora es coordinadora de Seguimiento a Programas y Asuntos Institucionales del CINAH- BC.
mail: mgvomend@hotmail.com

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