El matador de cisnes

martes, 6 de septiembre de 2011 · 00:00

Ensenada, B.C. - “Desde su provincia natal, y desde su primera juventud, Enrique González Martínez hizo el recorrido del erudito. Bebió de todas las fuentes y, muy temprano, se hizo hombre completo y universal, sin dejar de sentir, empero, apego a su tierra y  a  su hogar”… (Esto, tan bien redactado, no lo escribí yo, ¡qué va! Fue Carlos Chávez).
El conflicto entre contemplación y  fue  constante en la poesía y en la vida de Enrique González Martínez. Para fortuna de la posteridad (léase, para fortuna nuestra), resultó vencedora la primera. Si hubiera ganado la segunda, posiblemente habría agarrado un fusil para incorporarse a “la bola” y tal vez una bala nos habría privado de la obra poética de uno de los siete “dioses mayores de la lírica a mexicana”. 
Pero, aunque no mató “federales”, ocasionalmente lamentaba ser identificado como “matador de cisnes”. Y es que suele decirse que le dio el “tiro de gracia” a la poesía modernista, con su “Tuércele el cuello al cisne”, en donde nos  aconseja que le rompamos el cuello al cisne de engañoso plumaje “que da su nota blanca al azul de la fuente”. Se supone que el cisne es el símbolo del modernismo, y que su opuesto, o sea, el “sapiente búho”,  es el del neo-romanticismo.
Pero ¡oh, cruel paradoja!, al parecer el que se torció el cuello solito con la publicación del susodicho poema, fue González Martínez, pues casi todos los que nos acordamos de él, nomás nos acordamos del “Tuércele…”(O sea que, “nomás por un cisne que mató, le decimos “el mata-cisnes”).
Para que por lo menos conozcamos otro, aquí abajito está un fragmento de su “Canto a la tierra”, cuyo origen procedo a relatar:
Resulta que un día (del año de 1946), el Ing. Marte Rodolfo Gómez (Secretario de Agricultura) le encargó a Carlos Chávez componer un canto para el vigesimoquinto aniversario de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo.
Chávez (el nacionalista) propuso a Enrique González Martínez (el neo-romántico) para que hiciera la letra. El poeta aceptó. La combinación resultó perfecta.
El resultado fue una pieza Coral de muy buena factura. Suena mexicana aunque no hable de maizales, sino de trigales. 
He aquí un fragmento del poema original:

El sol su clara lumbre
vierte sobre las selvas maternales
 y deshiela en la cumbre
los irisados prismas de cristales
que apagarán la sed de los trigales.
El sol desde los monte azules y lejanos
presta luz a la frente y vigor a las manos.
¡Abrid el surco, hermanos!
¡El campo perdura, el campo renace, el campo renueva
el germen y el fruto
que el hombre le arranca y el hambre se lleva,
y da en cada herida
sangre de sus venas y pan de la vida!
Cantemos a la tierra mientras la tierra canta
en fuentes, brisas y aves
con su cántico eterno.

Hay un viento sagrado que anuncia ya
la aurora del esperado día.
¡Más temprano o más tarde
ha de sonar la hora!
¡La tierra será nuestra
y no tuya ni mía!

Cosa curiosa: en la versión Coral no aparecen los versos finales. Vaya usted a saber por qué. Tal vez sonaba muy socialista. Acababan de pasar los tiempos del radical Lázaro Cárdenas. Eran los tiempos del moderado Manuel Ávila Camacho. Tal vez por eso Chávez le mochó ese remate.
Otra curiosidad: Enrique González Martínez fue candidato a recibir el Premio Nobel en 1949. Se lo dieron al modernista Faulkner.
Esta obra forma parte del concierto ¡Viva México!, que los chicos y chicas del  Coro Pro Música Ensenada (y solistas invitados) presentarán el próximo viernes 16 de septiembre a las 18:30 en el CEARTE.
Asista usted. LA ENTRADA ES GRATUITA y le aseguro que la velada musical será  de su completo agrado. Que conste: si no va,  usted se lo pierde.

lacorchea955@hotmail.com

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