LA BRÚJULA

Museo memoria y tolerancia

Por Heberto J. Peterson Legrand
lunes, 20 de agosto de 2018 · 00:00

(Dedicado a mi querida sobrina Carla Prat Perxachs)

El tema que voy a tratar, lamentablemente, con los acontecimientos que hoy día estamos viviendo preocupa, porque si bien lo deseable es que se haga realidad el “nunca más”, la experiencia histórica en lo político, religioso y social nos ha permitido constatar que los seres humanos somos capaces de las acciones más sublimes, más nobles, pero también de las más viles, las más indignantes.

En el último viaje que mi señora y yo hicimos a la Ciudad de México, fuimos invitados por la museóloga y muy culta sobrina política mujer de gran sensibilidad, Carla Prat Perxachs, al Museo Memoria y Tolerancia, donde prestaba sus servicios profesionales y que es un llamado a la conciencia moral del ser humano bajo la premisa de “recordar para aprender; aprender para no repetir”.

Al introducirnos al museo de inmediato nos topamos con un enorme pedazo de lo que fue parte del muro que dividió a Alemania después de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del muro en 1989, muro que por generaciones mantuvo divididos a hermanos y fue testigo de muchos que buscando la libertad se encontraron con la muerte.

Al comenzar nuestro recorrido por el museo vimos objetos y escenas de lo que fue el Holocausto.

Escenas de genocidio que se distingue de otros crímenes, porque tiene como objetivo destruir o exterminar a un grupo de personas por el hecho de ser, de existir, todo por su pertenencia a un grupo racial, étnico, religioso o nacional. Me vino a la memoria las mujeres de Chihuahua.

Al verte envuelto por esa atmósfera no puedes dejar de pensar en el hoy donde a través de los medios escuchamos a líderes políticos hablar de supremacía blanca, de discriminación racial, allí tenemos al Ku klus klan, entre otros reviviendo sentimientos y concepciones que creíamos ya superados pero…

Compre el libro Museo Memoria y Tolerancia para que además de la visita guiada pudiera ilustrarme un poco más a profundidad aparte del libro que Carla nos obsequió titulado Feminicidio en México ¡Ya Basta!

En el recorrido es impresionante, ver a las víctimas en los campos de exterminio. Rostros famélicos reflejando el dolor indescriptible por el hambre, el no saber de sus seres amados, la incertidumbre ante un futuro inexistente, esqueléticos cuerpos sin masa muscular que parece están por quebrarse.

Rostros de hombres y mujeres, niños y ancianos, judíos, gitanos todos pisoteados en su dignidad de seres pensantes, humanos con sus proyectos de vida y su futuro cancelado…

Vimos un vagón traído de Polonia, testigo mudo e instrumento y espacio dónde los metían durante dos semanas para trasladarlos a su destino final. Adrede en la cola me quedé al último y por un par de minutos o más me quedé sólo observando, tocando, oliendo, queriendo adivinar lo imposible: ¿cómo se habrán sentido?

Vimos sobre el genocidio en Ruanda. En relación al genocidio contra los armenios el embajador Henry Morgenthau dijo: “En un recodo del río de Erzinghan… miles de cadáveres formaron una barrera de tal magnitud que el Éufrates cambió su curso aproximadamente cien yardas”.

Después vimos el problema de la ex Yugoslavia y sobre ello un relator especial de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU comenta: La limpieza étnica en el territorio de Bosnia-Herzegovina no parece ser una consecuencia de la guerra, sino más bien su objetivo.

Tiene dos alfabetos, tres lenguas, cuatro religiones, cinco nacionalidades, seis repúblicas, rodeado de siete vecinos.

Dragan Obrenovic, teniente bosnio-serbio condenado por crímenes de lesa humanidad dijo: En medio de los horrores, la gente sufrió ataques de sus propios conocidos, personas que, hasta el día anterior habían convivido casi como miembros de una familia… En Bosnia, ser un vecino significa ser más que un familiar. En Bosnia, tomar café con tu vecino es un ritual, y esto fue lo que pisoteamos y olvidamos. Nos perdimos en el odio y la brutalidad.

Siento remordimiento y por eso pido disculpas a las víctimas y a sus sombras. Estaré feliz si de esta forma contribuyo a la reconciliación en Bosnia, si los vecinos pueden nuevamente tomarse de las manos, si nuestros niños pueden jugar juntos otra vez y adquieren el derecho a una nueva oportunidad.

Vimos la situación de Camboya, de Guatemala y Darfur.

El siglo XX debería estudiarse a fondo, reflexionar y sacar lecciones de él para que los humanos valoremos la importancia de la tolerancia, la necesidad de una educación sustentada en valores humanos y trascendentes, que cultivemos el amor y no el odio para trascender. Las religiones hablan del amaos los unos a los otros y siendo creyentes no hemos sido congruentes ¡qué vergüenza!

En esta segunda década del siglo XX1 con la enorme incidencia de los medios masivos de comunicación y una educación que no humaniza y en lugar de educar para hacer personas instruye para hacer seres productivos, donde el 80% de los recursos los tienen unos pocos y la miseria crece, la sociedad se está polarizando, ideologizando con el peligro de confrontarnos en lugar de solidarizarnos y como hermanos extender la mano y abrir el corazón para apoyar al que menos puede y menos tiene.

Te invito estimado lector a que hagas un alto y reflexiones sobre el mundo en que vivimos, analicemos sus problemas y nazca un compromiso de convertirnos en agentes para transformarlo para Bien. Hay que eliminar los muros de la intolerancia y construir puentes de amistad, comprensión, justicia y paz.

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