El príncipe del tiempo

Lo pasado no ha pasado “Lo que cambió ayer / Tendrá que cambiar mañana / Así como cambio yo / En esta tierra lejana”. Mercedes Sosa.
miércoles, 28 de septiembre de 2011 · 00:00
Ensenada, B.C. Como en todo, el tiempo sólo ha transformado sus fachadas. Arrinconando sus desméritos y saturando de sombras las respiraciones de luz, observamos -- no sin cierto arrobo -- que lo pasado no ha pasado. El filósofo mexicano José José, postulando el “olvido” como modus vivendi -- en clara oposición a uno de los principales preceptos tibetanos: “Lo único permanente en la existencia es la eterna impermanencia” --, ha logrado que su tesis romántica le regale el apelativo monárquico de Príncipe de la Canción, alejándolo del misterio recuperable que habita en toda fugacidad existencial… El tiempo no pasa, ya que éste termina revelándose en todos los contrastes distintivos del presente. Sí, el “ya olvidé, ya olvidé” otorga consuelo perecedero al canto amargo de los amantes, pero poco logra en contra del arraigo del “eterno retorno”, que bien supo -- entre las espirales de la eternidad y de los entretejidos derrumbes del espacio -- admirar y dirimir Friedrich Nietzsche, budista alemán a quien le hubiese gustado escuchar, estoy seguro, estos ilustrativos versos de Mercedes Sosa: “Cambia lo superficial / Cambia también lo profundo / Cambia el modo de pensar / Cambia todo en este mundo”. Por un lado, observamos el sofocado ruido que se adhiere a la visión del pasado, a esa dulce melancolía de haber asistido al nacimiento e instalación de una vana permanencia, a la constelación afamada de un fantasma comparable. Por otro, la modernidad y sus caos estridente, suplicio que nos atropella con su irreductible cactus de cemento, penumbra y alambrada, con su supervivencia indómita que recicla los escombros del esplendor y redobla los peyorativos de la Ciudad Moderna, privilegio de unos cuantos y orgullo de toda una mayoría. A lo más, el tiempo sólo ha transformado sus fachadas, cambiado sus vestimentas, arreglado un poco el desajuste de sus árboles despeinados… Va así el tiempo de la mano de los modistas y, tras de ellos, el asedio de las “maquillistas” de diseño, como suelen llamarse hoy... raelart@hotmail.com

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