De política y cosas peores

jueves, 22 de septiembre de 2011 · 00:00
“Me gusta el sexo -decía un joven moderno-. Lo que no me gusta es el resultado final”. “¿Por qué?” -le pregunta su interlocutor. Precisa el moderno joven: “Si al menos en vez de niños salieran iPods, iPads, Blackberries, iPhones...”.Babalucas recibió amigos en su departamento. Uno de ellos fue al refrigerador. “¿Por qué no tienes cubitos de hielo?” -le preguntó en seguida a Babalucas. “Imposibles de hacer -responde él-. No tengo la receta”... Don Poseidón le propuso a Picio, hombre bastante feo: “Cásate con mi hija. Es guapa, simpática, y le voy a dar una muy buena dote”. “¿Por qué quiere usted que me case con ella?” -recela Picio. Contesta don Poseidón: “Está un poquito embarazada”... El joven tartamudo fue con el médico y le dijo: “Do-do-doctor. Quie-quiero que que me re-recete a-algo pa-para no tar-tar-tartamudear”. El galeno toma su recetario y escribe: “Cucharadas de Tetramorfacetilclorofosfatina”. Pregunta el tartamudo: “¿Cua-cuántas cu-cucharadas al di-día, do-doctor?”. “Ninguna -responde el médico-. Sólo lea la receta diez veces diarias”... Doña Trisagia, la beata del pueblo, hablaba mal de Susiflor, chica pizpireta. “Tiene tantos pecados -decía- que si se va al infierno por toda la eternidad va tener que estar tiempo extra”... La semana pasada di una charla en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Nuevo León. ¡Qué experiencia tan grata fue ésa para mí! El patio y los corredores de la escuela se atestaron con los futuros médicos que acudieron a oír mi perorata, y tanto el rector de la universidad nueveleonesa, doctor Jesús Ancer Rodríguez, como el director de la prestigiada facultad, doctor Santos Guzmán, estuvieron presentes, lo mismo que numerosos maestros y maestras de la institución. Al terminar mi plática un joven estudiante, Cayetano Aguirre, me mostró junto con sus compañeros las diversas actividades de beneficio a la comunidad que los alumnos cumplen como parte de su formación profesional. Sé bien que hay en nuestro país incontables muchachos y muchachas que no pueden cumplir su vocación por falta de oportunidades. Los ya famosos “ninis”, aquellos que ni estudian ni trabajan, son parte dolorosa de nuestra realidad, y muchos de ellos van a engrosar las filas de la delincuencia. Pero estudiantes como los de la Facultad de Medicina de la UANL fortalecen con su dedicación y su trabajo mi esperanza en el futuro. Todos los jóvenes mexicanos deberían tener el privilegio que ahora gozan ellos: ser buenos estudiantes en una buena escuela de una buena universidad. Llegó a su casa don Astasio y, como de costumbre, encontró a doña Facilisa, su mujer, en brazos -y piernas, y todo lo demás- de un perfecto desconocido. Bueno, perfecto no, pues nadie lo es, pero desconocido sí, al menos para don Astasio. Fue el coronado esposo al chiffonnier donde guardaba una libretita en la cual solía anotar duros adjetivos para denostar a su esposa en esos casos. Volvió a la alcoba donde se refocilaba la pecatriz con su mancebo, y le enrostró esta palabra: “¡Lumia!”. Respondió ella: “De momento estoy muy ocupada, Astasio. ¿No serías tan amable de enviarme un e-mail, o dejarme recado en la contestadora?”... Decía un letrero afuera de la cantina: “Cerveza chica: 10 pesos. Cerveza grande: 5 pesos”. Pasaron por ahí dos borrachitos y vieron el anuncio. “Vamos a entrar, compadre -propuso uno-. Aquí la cerveza de tamaño grande cuesta menos que la chica”. Entraron, y pidieron dos cervezas. Se bebió cada uno la suya, y luego solicitaron la cuenta: “Son 20 pesos” -les dijo el cantinero. “¿Cómo 20 pesos? -se indignó uno de los beodos-. El letrero dice que la cerveza grande cuesta 5”. Replicó el de la taberna: “Debieron haber visto el nombre de mi cantina. Se llama ‘Al revés’. Eso significa que todo lo que aquí se dice debe interpretarse en sentido contrario”. “Ah, bueno-replica el borrachín-. Entonces voy a tiznar a mi madre”... El marido ha terminado de afeitarse, se ha peinado muy bien, se ha puesto el traje y la corbata. Tras darse unos últimos toques frente al espejo fue a la recámara, y lo que vio lo dejó indignado. “¡Burcelaga! -le reclamó, furioso, a su mujer-. ¡Hace dos horas te dije que vamos a salir, y estás acostada en la cama, y además sin ropa!”. Contesta ella: “Tú no me dijiste que íbamos a salir. Nada más me gritaste: ‘¡Prepárate, vieja!’”... FIN.

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