POR SI LAS MOSCAS

¿Hacia dónde vamos?

Por Laura Monzón
domingo, 31 de diciembre de 2017 · 00:00

La caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, fue el parteaguas entre los periodos que llamamos modernidad y posmodernidad.

Según los expertos, a partir de esa fecha se volvió más evidente la desilusión originada por el fracaso del humanismo, que había emocionado al mundo con sus promesas de erradicar de la barbarie a través del progreso.

Sin embargo, a cambio, el ser humano sólo obtuvo el amansamiento de sí mismo, la inhibición de su capacidad de pensar y de ser, en vez de la desinhibición necesaria para lograr el mejoramiento del mundo como individuo parte de una sociedad, y de uno mismo a través de sus propios medios. La barbarie sigue.

Es decir, el humanismo acabó por reventar la esfera global, para transformarla en burbujas sociales separadas, que acabaron por volverse pequeñas espumas individuales, como argumenta el filósofo alemán Peter Sloterdijk. En la posmodernidad, ¿quién puede buscar el bien común, si ni siquiera sabe qué es, lo que quiere, o lo que es?

Años antes del desmantelamiento del muro, a causa del rumbo que tomó el capitalismo prometedor de riquezas y felicidad -que sólo resultó cierto para unos cuantos-, el color de la esperanza de que el socialismo era la vía para lograr una organización colectiva bien equilibrada en la distribución de la riqueza, y rescatarnos del consumismo monstruoso e individualista de occidente, se fue destiñendo hasta disolverse con la llegada de la Perestroika, el fin de la Guerra Fría y, por supuesto, el primer golpe de marro en los tabiques de la pared que dividía a las dos Alemanias separadas por ambas corrientes políticas.

Ése fue el día en que se descubrió que el socialismo había sido una obra de teatro bien presentada a los espectadores, pero que estuvo desmoronándose a pedazos tras bambalinas desde el primer acto.

El filósofo y economista estadounidense, Francis Fukuyama, dijo que aquel suceso estaba marcando “el fin de la historia”, siendo que ya no existe un sistema político, económico y social que le haga contrapeso al capitalismo y a sus corrientes liberales.

Si sobre el deseo de un “nosotros iguales”, triunfó la idea del “yo libre”, entonces, ¿no somos capaces de ser libres e iguales al mismo tiempo?

No podríamos ser libres, si lo pensamos desde la igualdad que se buscaba a través del socialismo impuesto a la fuerza y que resultó ser disfuncional, por ir en contra de la evolución natural de la sociedad misma y haberse instaurado de forma tajante por medio de la revolución sangrienta, en sociedades que no estaban preparadas para el cambio radical y que, tal vez, en el fondo, no lo querían.

Tampoco podríamos ser iguales, considerando que el capitalismo con todo y sus ideas de enriquecimiento personal y propiedad privada, fue evolucionando de forma paulatina a través del tiempo, desde miles de años atrás, desde la antigüedad, desde la época de Marco Polo y la Ruta de la Seda, pasando por el Medioevo, su sistema feudal y sus dogmas teocentristas; luego el renacimiento y sus ideas antropocentristas, dirigiéndose hacia la Ilustración, la Revolución Industrial y acompañando al constante desarrollo tecnológico, de hoy día.

En pleno siglo XXI, somos testigos del avance imparable del neoliberalismo nacido en 1930 y basado en las teorías fundadas por del economista británico Adam Smith, en el siglo XVIII. Y aunque la igualdad y la colectividad tuvieron sus popularidad durante el siglo XX, a zancadas venía caminándole por encima el capitalismo con sus promesas de libertad y consumo al por mayor, aplastando el socialismo imaginado por Marx y Engels, casi desapareciéndolo de la faz del mundo.

¿Será que, en efecto, llegamos al “fin de la historia” como dice Fukuyama y no exista más nunca un contrapeso para el capitalismo y sus corrientes? ¿Será como dice Sloterdijk que nos hemos dividido en espumas por siempre, para no volvernos de nuevo una esfera sólida, como sociedad?

No lo sabemos, porque la posmodernidad en que vivimos es la transición hacia otra cosa que no conocemos; no sabemos qué pueda ser y tampoco sabemos si será mejor que lo que tenemos ahora.

Pero así como fracasó el humanismo y fracasó el socialismo, el neoliberalismo fracasará, siendo que estamos en constante evolución, organizándonos y desorganizándonos, para volvernos a organizar, aunque nunca llegaremos al paraíso añorado, cualquiera que éste sea.

Retomando las palabras de Eduardo Galeano (aunque él afirmaba que lo dijo el cineasta argentino Fernando Birri): la utopía está en el horizonte y nunca la alcanzaremos. Si caminamos diez pasos, ella se alejará otros diez. Cuanto más la busquemos, menos la encontraremos. Se va alejando a medida que nos acercamos, porque la utopía sirve para caminar.
 

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