ANDANZAS ANTROPOLÓGICAS

Pancho, un espectro andante

Por Andrea Guía Ramírez*
jueves, 23 de febrero de 2017 · 00:00
Hace poco más de 15 años escuche hablar de ¨Pancho¨, un lobo marino -aunque he escuchado a algunos llamarlo foca- famoso en el malecón, frente al mercado negro; donde aún se ofertaba pescado para poder alimentarlo y así uno podía ver la cabeza de este mamífero saliendo del agua en espera de un bocado de su comida favorita. Tiempo después me enteré que Pancho "era eterno”, en varias generaciones ya se hablaba de este lobo marino en el malecón. Aun cuando me di a la tarea de investigar el origen de Pancho no corrí con suerte y no sé cuándo se convirtió en leyenda, aunque me enteré que más de uno ha asegurado haber visto su cuerpo "panza arriba” en algún lugar cercano a la bahía. Pero no importaba que tan seguras fueran tales aseveraciones Pancho retornaba al malecón al día siguiente.
Independientemente del origen de la leyenda de Pancho, lo que sí es un hecho es que los lobos marinos mantuvieron una estrecha relación con los primeros pobladores de la península, y podría proponer que también en otras regiones donde estuvo presente la especie, quienes decidieron perpetuar el recuerdo de estos mamíferos a través de la pintura rupestre, dejando imágenes en negro y rojo sobre los lienzos rocosos de la Sierra de San Francisco, que de acuerdo a los investigadores pueden remontarse hasta hace unos 7000 años.
Otra evidencia de la antigua relación con los lobos marinos se describe en documentos de la época misional, donde se indica el uso de órganos internos como la vejiga para el transporte de agua, acción preponderante si se considera la escasa disponibilidad de este recurso y las prácticas seminómadas de estos grupos; o por otro lado, el procesamiento de pieles para el intercambio entre habitantes isleños y pobladores de la península. Lo que suponía no sólo una relación comercial entre ambas regiones sino se extendía hasta relaciones de índole familiar.
Otra fuente de información importante de la relación lobo marino-hombre la podemos ver en los numerosos concheros -sitios arqueológicos formados de concha de moluscos, huesos de peces y mamíferos, lítica y otros elementos dejados por el hombre- que se encuentran cercanos a la costa. Los huesos de lobo marino son un importante componente, que en asociación con otros elementos óseos -además de los peces-, se mantienen como los elementos más sobresalientes. Algunos de los huesos se han observado con exposición al fuego y algunos otros con evidencia de corte o carnicería, realizados con artefactos de piedra. Estas marcas dejadas en los huesos nos muestran que además de usar las pieles o vejigas, la carne debió ser una fuente de proteína, y seguramente grasa, indispensable para estos antiguos pobladores.
Después de las reflexiones anteriores, y aun desconociendo el origen de Pancho, quisiera dejar la idea acerca de que los lobos marinos han sido acompañantes, de una u otra forma, en la historia del hombre. Principalmente en los que vivieron o vivimos cerca de los litorales costeros. Y seguramente las generaciones futuras seguirán oyendo hablar de este lobo marino, un espectro que desconoce que ya no está entre los vivos y que cada generación vuelve a "aparecerse” o para los escépticos en fenómenos paranormales, serán los sucesores, los lobos marinos hijos, los que lleguen al malecón de Ensenada, a sacar la cabeza y pedir pescado a los turistas. Aunque ahora ya se encuentra prohibida esta actividad y lo único que les restará será ver a este visitante recurrente que nos maravilla y emociona con la gracilidad de su nado.

* Investigadora de la sección de Paleontología del INAH-BC


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