ANDANZAS ANTROPOLÓGICAS

El mejor hallazgo

Por Arqlga. Enah Fonseca Ibarra*
jueves, 4 de mayo de 2017 · 00:00
A menudo me preguntan que cuál ha sido mi más grande hallazgo arqueológico. ¿Acaso la tumba de un emperador? ¿Una pirámide? ¿Un tesoro? ¿Una piedra preciosa? Ante tales expectativas mis respuestas regularmente generan una mirada de desilusión. Aún en el ámbito científico no siempre resulta muy impresionante haber encontrado campamentos de cazadores-recolectores-pescadores. Menos si no son muy antiguos.
No siempre "apantalla” encontrar los fogones in situ donde se prepararon deliciosos manjares cuyos principales ingredientes eran erizo, abulón, mejillón, lapas y/o almejas, pez vieja, carne de venado, ballena o lobo marino. No siempre deslumbra una excavación que haya podido recuperar esqueletos de peces en posición anatómica, vértebras y otolitos de menos de 0.5 cm. No siempre sorprende el análisis de microlascas -desprendimientos de un bloque de piedra golpeada para fabricar una herramienta-, asociadas a cuchillos, puntas de proyectil, raspadores y raederas que dan cuenta de la pericia de los antiguos pobladores para trabajar la roca. No siempre asombra pensar que en los cientos de morteros y metates descubiertos se machacaron semillas que formaban parte de la dieta cotidiana, pero también se molieron pigmentos para ser empleados sólo en rituales muy especiales. No siempre imponen los increíbles motivos grabados o pintados en los sitios más recónditos del territorio donde se llevaron a cabo importantes ceremonias y cuyo mensaje sigue siendo un enigma para nosotros. No siempre genera admiración la posibilidad de restaurar ollas donde quedaron marcadas las uñas de sus artesanos. No siempre resulta un honor pisar los caminos andados, tener que irrumpir en la intimidad de un espacio sagrado para poder protegerlo; respetuosa y delicadamente trasladar los restos de un individuo para impedir su destrucción.  
Ahora que si me preguntan: ¿qué te gustaría encontrar?, respondería que me encantaría poder encontrar respuestas. Llenar los vacíos que aún tenemos de información acerca del aprovechamiento de los recursos naturales y los cambios a lo largo del tiempo, descubrir el tipo de relaciones que se establecieron entre los distintos grupos culturales que ocuparon la península de Baja California, entender el patrón de asentamiento, calcular la densidad demográfica, identificar los espacios y las formas en que se les despedía a los muertos, interpretar el uso y función de la gráfica rupestre, develar los sutiles signos de las identidades. Intentar, por lo menos, comprender que antes de nosotros hubo poblaciones con formas de ver el mundo, muy diferentes a las nuestras.
La evidencia material de los cazadores-recolectores-pescadores puede ser para algunos poco impactante pero para mí es simplemente alucinante. Estoy convencida del gran hallazgo que representa cada roca, concha o vértebra encontrada así que, a pesar de la desilusión que pueda causar mi discurso, debemos hacer nuestro mejor esfuerzo por explicar la importancia del quehacer arqueológico en la comprensión de las sociedades pasadas. Tenemos que armarnos de toda una batería de argumentos con la esperanza de generar empatía y pasión por la protección del patrimonio cultural, no por su tamaño o el precio de venta en el tráfico ilegal de piezas, sino por la información que guardan para reconstruir la historia, una historia de la que también somos parte.

* Cinah-BC


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