LA CARROCA

Hermanos mayores

Por Soraya Valencia Mayoral*
domingo, 18 de febrero de 2018 · 00:00

Hace unos días platicando con Julia, amiga muy querida que se encuentra bajo tratamiento por un cáncer de mama, me decía “A lo largo de mi enfermedad he conocido a muchas personas que también han enfrentado el cáncer. De lo más difícil para mí ha sido ver que algunas se van quedando en el camino. De repente ya no están. Y uno debe seguir adelante, mientras otros caen”. Me lo dijo con serenidad, con esa sabiduría que surge del dolor y el amor a la vida.

El cáncer abatió a dos de mis hermanos, Patricia y José Luis, a varios amigos y a muchos conocidos. El año pasado, en la misma funeraria acompañé a los familiares de dos amigas, Flora y Rosa María, cuyos funerales se realizaban en capillas contiguas. Un rato estaba en una, otro, en la de junto. Semanas después regresé a lo de mi prima hermana Verónica. Así es la vida. Así es este mal que avanza como la peste.

Pero también la sobrevida ha aumentado. Y hay muchos casos en los que se logra desterrar definitivamente. Y hoy, sobre todo, ya se habla más del cáncer. El extraño pudor que rodea a los enfermos, el aislamiento y el silencio, se va rompiendo. Elizabeth Kűbler-Ross cuenta que los pacientes más delicados eran recluidos en un área específica de los hospitales y que el personal sanitario rehuía con temor. No se hablaba con ellos, no se les tocaba. Y ella empieza a acercarse, a escuchar, tocar, acompañar, a hacer presencia en lo que se considera la antesala de la muerte y no un espacio donde la maravilla de la vida continúa aun brillando. Tal parece que hemos ido descubriendo ese brillo al grado que logra avivarse y obrar milagros, que se traduce no necesariamente en más tiempo de vida -solo Dios sabe- sino en un reavivamiento interior, de la fuerza que impulsa a caminar hacia donde se tenga que llegar, por el triunfo de vivir diría Bergman. De gran ayuda son los grupos de personas que comparten su camino, grupos en donde se habla de los miedos, las expectativas, la esperanza. Grupos en los que aprenden a hablar de tú al Príncipe Cáncer. Trabajo profundo del alma es también el acompañamiento y los cuidados de la familia y los amigos, no de todos, de quienes pueden hacerlo. Lo que importa no es pasar lista sino valorar las presencias.

Antes de sentarme a escribir esta Carroca recibí un mensaje de voz por WhatsApp que me daba la noticia, otra noticia, otra ausencia. Y se vienen las preguntas; si de algo estoy convencida es que no podemos saber todo, que las respuestas a las grandes preguntas nunca las tendremos, pero no obstante hay que seguir preguntando. Lo que sí me queda más claro es la estatura de las personas, hombres y mujeres de todas las edades, que con valor se levantan, se ponen guapos y acuden a sus sesiones de quimios o radioterapia, de tratamientos alternativos. Y regresan a casa para seguir construyendo la vida. Son como nuestros hermanos mayores. Vale.

*La autora es mujer de letras sacras y profanas

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