DÍA DEL SEÑOR

V Domingo Tiempo Ordinario (Ciclo B)

Por Padre Carlos Poma Henestrosa
domingo, 4 de febrero de 2018 · 00:00

“La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y en seguida le avisaron a Jesús. Él se le acercó y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a servirles” (Mc 1, 29-39)

En el Evangelio de hoy, vemos como Jesús cura a los enfermos y expulsa a los demonios. La misión de Jesús era enseñar que Dios quería lo mejor para la persona humana- que la voluntad de Dios es que la persona viviera sana y libre de las fuerzas del mal. Estas fuerzas malas, en el evangelio, son expresadas como enfermedades y cómo demonios. Jesús tiene poder para librar a la persona de estas fuerzas y de reunir una vez más a la persona a la comunidad, a sus actividades. Por ejemplo, después de la curación, la suegra de Simón Pedro se incluye en sus actividades de la casa, y los que ya habían sido sanados regresaron a sus vidas cotidianas.

Dios no envía las enfermedades como castigo. La enfermedad llega a los buenos tanto como a los malos. No podemos comprar ni la salud, ni col el seguro de vida. El sufrimiento es un misterio, un misterio que va más allá de nuestro propio entendimiento humano.

No es bueno decir que debemos buscar el dolor, ni verlo como algo bueno, debemos tratar de aliviar el dolor y el sufrimiento, según el ejemplo de Jesús. Por nuestra parte, tenemos que hacer todo lo posible para que cada persona viva saludable y libre de los espíritus malos. Jesús es la plenitud de la vida, aquí en la tierra como en el cielo. Durante toda la vida, tenemos que luchar para que esta plenitud este visible como símbolo del Reino de Dios.

Para Jesús el encuentro con los que sufren es la ocasión no sólo de hablarles, sino también de realizar hechos concretos. Por eso el apóstol Pedro, cuya suegra fue curada por Jesús, diría en uno de sus discursos consignados en el libro de los Hechos de los Apóstoles: “Jesús pasó haciendo el bien y sanando a todos los que sufrían bajo el poder del diablo; y esto pudo hacerlo porque Dios estaba con él” (Hechos 10, 37-38). El poder del diablo es, en el lenguaje bíblico, la fuerza del mal de la que sólo Dios puede liberarnos.

La sanación viene de Dios, puede sanar directamente en forma milagrosa o indirectamente a través de la medicina, de los médicos y de los medicamentos. Todas las sanaciones tienen su fuente en Dios. También puede Dios no sanar, o sanar más temprano o más tarde. Y cuando no sana o no alivia el sufrimiento, o cuando se tarda para sanar y aliviar, tenemos a nuestra disposición todas las gracias que necesitamos para llevar el sufrimiento con esperanza, para que así produzca frutos de vida eterna y de redención.

Nuestros sufrimientos unidos a los sufrimientos de Cristo pueden tener efecto redentor para nosotros mismos y para los demás. Toda persona, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo.

¿Me doy cuenta que Jesucristo se interesa y me ayuda en mis males, mis problemas y de aquellos que actúan como el maligno?; también nos muestra hoy, cómo después del trabajo y al iniciar el día, lo importante es orar; al terminar mi jornada de trabajo y al inicio de mi día, ¿Agradezco y pido a Dios que me acompañe en mi día, en mis labores?

Jesucristo también nos dice claramente que debemos ir a los demás lugares, a no quedarnos anclados en un solo lugar, es cierto que debemos atender nuestra comunidad, nuestra parroquia, pero es como caminar en círculos y debemos imitar a Jesucristo “ir hacia el mundo”, ¿Cómo es mi actitud y acción en llevar el mensaje del Señor, lo llevó hacia adentro (en mi familia, en mi comunidad, en mi grupo, en mi movimiento, en mi parroquia) y hacia afuera, en otros lugares donde no estoy, donde no voy, o solo me quedo adentro, egoístamente?

Que el amor de Dios los bendiga hoy, los acompañe y proteja siempre.

cpomah@yahoo.com

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