LA MARAÑA CÓSMICA

La división de ciencia, tecnología e innovación es para burócratas

Por Rolando Ísita Tornell*
lunes, 20 de agosto de 2018 · 00:00

La separación ciencia y tecnología es un desacierto, y a ello se suma el agravante de la “innovación”. El quehacer de los investigadores científicos los tiene ocupados en desentrañar los secretos de la naturaleza y el cosmos, como para andar tramando ocurrencias que sirven más a la burocracia que a la ciencia.

La fragmentación ciencia, tecnología e innovación es ajena al desarrollo de la investigación científica, no se puede concebir una sin las otras. Desde que Galileo Galilei fuera el primer humano en observar las estrellas y los planetas con un telescopio, en 1609; y que Robert Hooke, en 1665, descubriera la célula por medio del microscopio desarrollado por Hans y Zaccharias Janssen en 1590, la ciencia dejó de ser una especulación definida por el prestigio de una “autoridad” para convertirse en el medio más confiable con el que contamos para observar, entender y explicarnos nuestra existencia y lo que nos rodea.

Antes de eso, alguien como Demócrito, entre 4 y 5 siglos antes de nuestra era, postulaba que la realidad estaba conformada por partículas indivisibles (átomos) siempre en movimiento; pero la autoridad y prestigio de Aristóteles, quien defendía la idea errónea de una continuidad de la materia sin espacios vacíos, si impuso desde 300 años antes de nuestra era hasta el siglo diecisiete. Tuvimos que esperar hasta la primera década del siglo veinte para saber que el átomo sí era divisible. La ciencia es consistente y confiable por aportar pruebas, datos, observaciones, mediciones de los fenómenos de la naturaleza, lo que implica el uso de instrumentos, es decir, tecnología.

En nuestros días “la autoridad” sigue campeando en el medio científico, pero las ideas ya no se imponen porque tal o cual persona sea una “autoridad”, sino porque aportó pruebas, hechos, mediciones, evidencias a través de instrumentos; y con esos mismos, otros pueden repetir las observaciones o los experimentos que terminan por consolidar el conocimiento nuevo aportado.

Ni siquiera el “hasta no ver no creer” prevalece; la vista, el tacto, el gusto, el olfato, el oído ya no son tan confiables. Lo más pequeño que puede ver nuestro ojo son dos décimas de milímetro y en el cielo nocturno sólo puntitos más o menos brillantes. Con instrumentos podemos “ver” desde el medio que le da masa a las partículas, hasta unos pocos miles de millones de años luz después del origen del Universo. Esos instrumentos, los científicos no los compran en la ferretería, los tienen que hacer. Eso es ciencia, tecnología e innovación en un mismo quehacer.

Desde esta perspectiva, a mí me queda claro que la división ciencia, tecnología e innovación es un despropósito de burócratas que quieren darse la “autoridad” de decidir, con el dinero de los contribuyentes, cuál investigación científica se financia y cuál no, haciendo letra muerta la libertad de investigación.

* Comunicación de la Ciencia UNAM-Ensenada

risita@dgdc.unam.mx
 

...

Comentarios