COLUMNAS

El valor de lo femenino

Por Blanca Esthela Treviño de Jáuregui
sábado, 5 de marzo de 2016 · 00:01

¿Cómo integrar en tiempos de guerra o de violencia equipos de reflexión con personas de distintas culturas, razas y religiones? Representantes de 40 países -hombres y mujeres- se reunieron en la India durante cinco días para hacer una reflexión profunda sobre cómo promover una transformación global en beneficio de la humanidad.

 

El común denominador que surgió fue el hecho de que en todas partes del mundo, en aldeas, pueblos y ciudades, lo femenino es lo que mantiene unidas a las comunidades a pesar de que opera fuera de las estructuras económicas y de poder. Lo femenino es lo que sana, restablece y mantiene la unidad comunitaria cuando ésta se desgarra. Partiendo de la realidad espiritual de que todos somos interdependientes en nuestro mundo ¿cómo aplicar los principios femeninos para crear una nueva lista de prioridades que beneficien a la comunidad mundial?

 

Primero se determinó en qué consiste esa fuerza femenina y cuáles son específicamente los principios femeninos. Fue interesante constatar que todos los participantes -hombres y mujeres- tenían un concepto de lo femenino muy similar a pesar de vivir en distintos continentes, diferentes culturas, razas y credos. Cuando el egoísmo, la avaricia y la ignorancia enseñorean al mundo, la fuerza femenina puede neutralizar el mal que ha provocado que la Tierra pierda su equilibrio.

Esta fuerza hará que el mundo regrese a su eje, recupere la armonía, el equilibrio y el amor. El presente es un tiempo de guerras y de crisis: es urgente hacer un espacio para recibir en nosotros esa fuerza femenina.

 

¿Qué hacer para que fluya la compasión en la vida humana para hacerla consciente de la unicidad, el no causar daño a otros, y lograr la experiencia de la presencia Divina en todos? Estas cualidades han sido consideradas femeninas.

Invitan a abrazar, a ser receptivos, inclusivos, unificados. Lo contrario son las fuerzas que dividen, polarizan, controlan y matan. El deseo de progresar como comunidad humana requiere cambiar la brújula de la división por la de la unidad. El fortalecer la fuerza espiritual femenina en el mundo puede ayudar a lograrlo, pero, ¿cómo?

 

Tomó mucho tiempo el escuchar con atención las voces en diferentes partes del mundo: líderes espirituales femeninas Católicas y Cristianas, Judías, Musulmanas, Budistas, Hinduistas, Sikhes y Jaines de las comunidades africanas, así como líderes de la sociedad civil. Requirió mucha  paciencia reflexionar sobre el sufrimiento de las personas en zonas de conflicto, lo extenso y profundo de la crisis ambiental, la inequidad en las transacciones comerciales que afectan la economía de países en desventaja. Implicó aún más tiempo escuchar las propuestas para mejorar la economía de manera sustentable y compasiva hacia las personas y la Tierra; se habló largo y tendido sobre un nuevo paradigma para aliviar a un mundo enfermo donde sufren seres humanos y todas las formas de vida.  

 

Durante cinco días la Cumbre dedicó horas de oración, meditación y alabanza compartiendo las diferencias de expresión religiosa de las tradiciones respectivas. El respeto a las distintas religiones creó un espacio espiritual muy fuerte, la base de un diálogo profundo que permitió un sentido de unicidad, una nueva conciencia menos separatista, menos violenta, más compasiva, más comprometida.

 

 Los círculos de estudio versaron sobre el conflicto entre naciones; el aspecto religioso ha sido durante siglos un ingrediente de animadversión entre las distintas religiones y llevado a los pueblos a la guerra. A medida que fueron pasando los días se logró el milagro: una joven israelita les dio una conferencia sobre justicia social y, al escuchar sus palabras suaves y sabias, el sentimiento de odio y rechazo de los varones se transformó en respeto.

 

El trabajo de lo femenino recién inicia: es un largo proceso el encontrar caminos y formas para restaurar el planeta sin violencia. Los verdaderos principios femeninos deberán crecer si deseamos encontrar el equilibrio en nuestro mundo, cuando hombres y mujeres adquiramos el valor y la confianza para incorporar esos principios a nuestra vida diaria.

 Los problemas políticos y económicos acaparan los reflectores. El aspecto espiritual no aparece en el radar. Si queremos paz y justicia es necesario aprender a ver el mundo con compasión. La revolución del afecto en los seres humanos es muy poderosa: los verdaderos cambios se inician tanto en el pensamiento como en el corazón.

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