La muerte errónea de Rosario

Durante los años que la escritora mexicana estuvo como embajadora en Israel, su mayor preocupación fue la falta de recursos
jueves, 7 de agosto de 2014 · 19:45
México, DF - La llegada de Rosario Castellanos como embajadora a Israel no fue alentadora. Cinco meses después de su arribo a Tel Aviv, en agosto de 1971, solicitó más de 7 mil dólares para hacer reparaciones tanto en la Residencia como en la Cancillería.
"Es penoso recibir a nuestros visitantes en locales tan desmantelados y tan deprimentes a la vista”, señala en la carta enviada al secretario de Relaciones Exteriores Emilio Rabasa.

Su lucha incansable por recursos
Durante los años que permaneció como embajadora, su mayor preocupación era la falta de recursos, según se desprende de los documentos que remitió a la Oficialía Mayor, resguardados en el Archivo Histórico Genaro Estrada de la SRE.
En una carta enviada al presidente Luis Echeverría, el 20 de julio de 1973, le informa que desde el 1 de junio de 1971 hasta esa fecha, había logrado tres aumentos de sueldo para el personal diplomático, después de una década de permanecer "invariable”.
"De sentirse mal pagado a concederse la licencia de procurar el dinero por modos más o menos lícitos, no hay más que un paso”, advierte.
Otra de sus luchas fue aumentar los Gastos de Sostenimiento. Los 2 mil 400 dólares mensuales que recibía no alcanzaban para cubrir el alquiler y mantenimiento. Carecían de aire acondicionado, la Embajada se limpiaba una vez por semana y compartían un solo teléfono.
"Todo el mundo, gracias a este teléfono único, está enterado de los asuntos de todo el mundo”, escribe en octubre de 1971.
Gabriel Guerra Castellanos, hijo de la poeta y diplomática, recuerda que en aquella época su madre se sentía feliz, mejor que nunca. A sus tareas diplomáticas sumaba sus clases en la Universidad Hebrea de Jerusalén y la escritura de la que fue su última obra de teatro, El eterno femenino.
"La verdad es que Israel le había hecho mucho bien, teníamos una relación muy cercana”, cuenta Guerra. "Ella procuraba que mantuviera el contacto con mi padre (el filósofo Ricardo Guerra), por eso me venía a pasar todas las vacaciones a México”.
En el archivo de la SRE no se encuentran los informes políticos de Castellanos. No aparecen en los grupos documentales donde debieran estar concentrados; quizá se extraviaron, o están mal clasificados, indica el subdirector del archivo, Jorge Fuentes.
Las referencias de la escritora a Israel se relacionan con el aumento del costo de la vida en un país "en situación de guerra”, que alcanzaba el 40 por ciento. En sus requerimientos a la Oficialía Mayor apenas alude a la Guerra de Yom Kippur, que enfrentó a Israel con Egipto y Siria en octubre de 1973. A diferencia de otros diplomáticos, que salieron del país o se trasladaron a una nación neutral, ella eligió quedarse.

¿Electrocución? ¿Suicidio? ¿Asesinato?
Poeta y novelista, autora de obras como Balún Canán y Oficio de tinieblas, Castellanos falleció a los 49 años en su residencia de Herzliya Pituach, al norte de Tel Aviv, el 7 de agosto de 1974. La causa de muerte, según su acta de defunción, fue "electrocución probable”.
Estaba sola cuando sucedió, en una casa donde ya existían antecedentes de descargas eléctricas. Algunas voces hablaron de suicidio, pero según el dictamen oficial se trató de un accidente.
El ex diplomático Diego Iparraguirre se desempeñó como vicecónsul junto a la escritora. Aún no había cumplido 25 años. Su tarea era escribir las notas de la Cancillería, y procuraba pulirse en el lenguaje.
"Ella no decía una palabra de más, no se equivocaba nunca. Jamás le oí que pidiera perdón ni una muletilla del lenguaje. Su juego era hablar perfecto”, afirma.
Siempre pensó que había sufrido un accidente. Pero muchos años después, cuenta, el fallecido embajador Antonio Gómez Robledo le dio otra versión.
"Me dijo: ‘Doña Rosario fue muerta por los judíos, ¿qué opina usted de eso?’. ‘Es la primera noticia que tengo. Yo sabía que había muerto electrocutada’. Sonrió y preguntó: ‘¿Usted lo cree?’. ‘Lo que usted ordene’, le dije”, refiere Iparraguirre.
Consultado al respecto, el hijo del embajador, Juan Manuel Gómez Robledo, subsecretario para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la SRE, recuerda a su padre afligido por la muerte de la escritora, ya que eran amigos. "Pero en ningún momento oí que tuviera semejante hipótesis. Siempre se refirió al hecho como a un accidente”.
Iparraguirre va más allá y asegura que durante años escuchó que quienes habían colaborado con Castellanos en Israel iban a "fenecer”. Renunció al servicio diplomático en 1995 tras sufrir incidentes como un intento de secuestro.
Aún hoy está convencido de que para cuanto sucedió hubo un único motivo: "La muerte errónea de Rosario Castellanos”.

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